Al Horford se convierte con 38 años en el primer dominicano con el anillo de la NBA
El pívot dominicano de los Boston Celtics Al Horford, en el centro, celebran con sus compañeros de equipo el título de la NBA delante del trofeo Larry O’Brien.CHARLES KRUPA (AP/ LAPRESSE) JULIO GUZMAN ACOSTA En la República Dominicana, el apellido Horford resuena con un eco de grandeza y pionerismo. Tito Horford, el patriarca, se convirtió en leyenda al ser el primer dominicano en cruzar las fronteras hacia la NBA, la liga de baloncesto más prestigiosa del mundo. Su legado no solo se quedó en las canchas, sino que también se extendió al corazón de su familia. Amelia Vega, esposa de Al Horford, llevó el nombre de la República Dominicana a lo más alto al ser coronada como Miss Universo, un logro sin precedentes que hasta la fecha permanece único en la historia dominicana. Juntos, Tito y Amelia han cimentado un estatus mítico que trasciende generaciones. Pero es Al Horford quien ha llevado este legado a nuevas alturas. Este lunes, su nombre se ha grabado con letras doradas en la historia deportiva dominicana al convertirse en el primer jugador de nuestro país en obtener el anillo de campeón de la NBA. A sus 38 años y en su decimoséptima temporada, Al ha desafiado las probabilidades y ha emergido como un campeón con los Celtics de Boston, tras una victoria decisiva contra los Dallas Mavericks. Alfred Joel Horford Reynoso, nacido en Puerto Plata y con una estatura imponente de 2,06 metros, ha demostrado ser un gigante no solo en físico sino también en espíritu. Su temporada podría haber sido opacada por el fichaje estelar de Kristaps Porziņģis, pero el destino tenía otros planes para el junto a los Celtics. La lesión del pívot letón abrió una ventana para que Horford brillara durante los playoffs, asumiendo un rol protagónico inesperado que lo llevó a ser una pieza clave en la conquista del anillo. La historia de Al Horford es de una resiliencia y determinación. Es la vida de un hombre que ha llevado consigo el peso de un legado familiar y nacional, elevándolo a cotas aún más altas. Su triunfo es un testimonio viviente del sueño dominicano materializado; es la prueba de que, con talento y perseverancia, los mitos pueden convertirse en realidad. Mientras Al Horford celebra su victoria, nuestra quisqueya lo celebra a él. En cada rincón de la República Dominicana, su éxito resuena como un himno de orgullo y esperanza. Los Horford no son solo una familia; son un símbolo de lo que significa ser dominicano: luchar, triunfar y dejar una huella imborrable para las futuras generaciones.
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