Un imperio en franca decadencia
RAMÓN LUNA Lo que diferencia a los Estados Unidos de América, de otros imperios que existieron en el pasado, es la fortaleza de su democracia. Mientras en la Grecia Antigua y la Francia Republicana el concepto democracia fue ambiguo e impreciso, en los Estados Unidos terminó siendo una realidad sólida. Desde sus orígenes en los Estados Unidos han operado los tres poderes del estado de manera independiente. Nunca un poder a subyugado a los otros poderes. Contrario a imperios como Sumeria, Egipto, Grecia, Roma, el Sublime Estado Otomano y la China Antigua, los Estados Unidos de América es el único, en la historia de la humanidad, que no ha tenido monarcas ni dictadores. También es la única nación donde nunca se han interrumpido sus procesos electorales y todos sus presidentes, incluido Donald Trump, han sido el resultado de la voluntad libérrima de los electores. Imperios recientes como el español, el francés o el británico también fueron víctimas de sus monarcas y déspotas. Estados Unidos es la mejor representación de occidente, pero no como concepto geográfico. Occidente como expresión cultural, como estilo de vida y como promotor de las libertades. El sueño del hombre más grande en la historia de la humanidad, Alejandro Magno, se hace realidad en el país de las barras y las estrellas. Alejandro, quien tuvo como maestro de cabecera al filósofo Aristóteles y es considerado como el más grande estratega militar de todos los tiempos conjugó todo el saber del mundo sumerio, el mundo egipcio y la pujante cultura griega creando una visión nueva, cuyos vestigios llegan hasta nuestros días. Nada de lo que definimos como moderno queda fuera de ese universo cultural, que roza lo divino. El rey macedonio logro semejante hazaña 350 años antes de Cristo y durante un período de apenas 12 años. Cuando éste murió, con apenas 32 años, había sometido a todo el mundo conocido. Los Yankees, quienes arrebataron la hegemonía al otrora Imperio Británico, consolidaron su poder después de la segunda guerra mundial. La pujante industria americana, sus recursos infinitos, la riqueza generada por un nutrido grupo de inmigrantes llegados de todas las latitudes del planeta y la oportunidad de que cualquiera haga realidad su sueño convirtieron a Estados Unidos en la primera economía del mundo y en el policía que imponía el orden en todos los rincones. El mundo se movía en función de las pautas que USA imponía a diestra y siniestra, pero todo ese poder e influencia están siendo minados desde dentro. Las otrora inquebrantables instituciones del país con el ejercito mejor equipado del planeta, se han llenado de fanáticos al servicio de ideas retrogradas e intereses espurios. Estados Unidos ha perdido su solemnidad, es manejado por un liderazgo envejecido y ha terminado pareciendo, más que una potencia de primer orden, una comedia de Hollywood. Convictos con posibilidad de llegar al Despacho Oval, jueces del supremo con conflictos de intereses, congresistas serviles y una población pobremente educada son el caldo de cultivo donde se está cocinando la decadencia del sueño americano. Que un negro vote al hijo de un exmiembro del Ku Klux Klan (KKK) es la mejor muestra de que no tiene ni puñetera idea de cómo se construyó ese memorable país. En estos tiempos, donde todo el mundo ama la lectura, pero nadie lee, no vendría mal darle una miradita a la película “Arde Mississippi” y a la serie “Raíces”. Estas joyas del cine reproducen con fidelidad, el viacrucis que han tenido que padecer los afroamericanos para que le sean reconocidos los derechos de los que disfrutan hoy día. Los imperios no se desmoronan de un día para el otro, pero hay señales que son inequívocas. El punto de inflexión de esta decadencia comenzó con la llegada al poder de Ronald Reagan, quien inició el desmantelamiento de las políticas de bienestar, los Bush pusieron otro clavo en el ataúd con sus funestas decisiones, pero ha sido la invasión al Capitolio lo que dejó en evidencia cuan dañadas están las instituciones de los Estados Unidos. Nadie imaginó que cualquier agitador de poca monta podía terminar pasándose la constitución y las leyes por donde no le da el sol y seguir tan campante como el whisky aquel. Mientras ese grupo de cirqueros de la telerealidad y un puñado de mega ricos por la voluntad de Dios hacen un paisaje a su medida, China avanza a velocidad de crucero y empieza a ser una amenaza peligrosísima. Finalmente, debo referirme a los chiflados que abarrotan los templos protestantes cada domingo, quienes en el nombre de Dios se sienten con licencia para imponer su alocada agenda. Apoyados en Génesis 9:27, encontraron el argumento perfecto para erigirse por encima de los demás. ¡Dios es blanco! Jesús es blanco! ¡Los ángeles son blancos! ¡También fueron blancos sus profetas! Y si el Espíritu Santo tuviera color, sería blanco con el pelo lacio. ¿Qué es lo que entiendes distinto de mierda?
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