Mis narradores preferidos
Por Rafael Chaljub Mejía Los narradores deportivos dominicanos son muy buenos. A cada uno le doy el crédito que merece. Desde los tiempos de Fidencio Garris y Féliz Acosta Núñez. Pero, el fanatismo aparte de los de Las Águilas han sido siempre mis preferidos. Creo que muchos de ellos son del todo desconocidos para las últimas generaciones de aguiluchos. Yo escuché la narración de Yoyo Rodríguez y Héctor –Buyo- Estéfani, del verídico Eliseo Cabrera, con un estilo muy personal y emocionante y, cuando en 1952, estudiaba en Pimentel, escuché por vez primera a Ramón de Luna y su voz llena y redonda. , amplificada por los altavoces de la farmacia Achécar, frente a la vieja estación del ferrocarril. Un locutor de comerciales de apellido Villamán, si mi mala memoria no me engaña, lo introdujo diciendo: “Y con ustedes, Ramón de Luna dice”. Ahí entraba De Luna: Play Ball, fanáticos. Allí compartía la infancia con un niño que al paso de los años ya golpe de talento, se convertiría en una verdadera escuela y un símbolo de la buena narración, Mendy López. Luego, Papy Pimentel y los de su época, hasta el sol de hoy, cuando Kevin Cabral y Santana Martínez en la televisión hacen galas, junto a sus colegas, de una profesionalidad equilibrada, que ni oculta el fanatismo ni permite que el fanatismo afecte lo profesional. Aunque extraño a mi amigo Rolin Fermín, los narradores deportivos de Las Águilas me alegran la vida. Tan solo compartir la ciudadanía y la existencia con una gloria viviente como don Ramón de Luna, ya es bastante. Solo su nombre remite a uno a muchos momentos del deporte y otras cosas de la historia contemporánea en la cual él ha jugado su papel importante. Oír a Mendy López, ejemplo de trabajo y buena ciudadanía, Maestro, así con inicial mayúscula, convida a uno a valorar el mérito de un trabajo tan prolongado, una perseverancia a prueba de adversidades, de tiempo y de caminos. Y de Santana Martínez siempre me resulta grato escuchar su narración bien cuidada. Cuando lo escucho me quedo ahí, con su decir, sin importarme mayor cosa los resultados del partido. Original, creativo, culto, con frases y expresiones propias de un conocedor del campesino del Cibao y con un humor y unas jocosidades delicadas, que es imposible oírlas sin contagiarse del buen ánimo que provocan. Hay demasiadas tensiones en el ambiente y es saludable escaparse, dejar de escribir sobre lo que todo el mundo escribe, y rendirle honor a quienes honor merecen.
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