Deme la receta, camarada
RAFAEL CHALJUB MEJIA Sri Lanka me ha parecido siempre muy distante, en lo geográfico y, aunque suene mal, también en lo político. Pero ahora la realidad me da en la cara y me pone a ese país y a su pueblo muy cerquita, y demasiado alto. Acudí al mataburro de las redes sociales y confirmo Sri Lanka es el antiguo Ceilán, al sur de la India, en el océano Índico, con 28 millones de habitantes y recién el pasado 21 se celebraron elecciones y para mi sorpresa las ganó el candidato de un movimiento comunista, nombrado Janatha Vimukthi Peranuma, en español, Frente de Liberación Popular. Toda una hazaña en estos tiempos de Milei y Netanyahu, en los cuales, en la muy culta y civilizada Francia, una burguesía imperialista resulta tan democrática que realiza una maniobra tramposa, como el más hábil de los carteristas: le escamotea la presidencia a la izquierda ganadora y se la otorga a la derecha derrotada. En cambio, en la muy subdesarrollada Sri Lanka gana las elecciones un candidato en cuyas manifestaciones se levantaban grandes fotos de Carlos Marx y Vladimir Lenin. El ganador, ahora mi camarada Anura Kumara Dissanayake, parece ser un hombre de muchas luces. En la década de los setenta encabezó un levantamiento armado, hizo lo mismo en los noventa, luego, hizo la revisión autocrítica correspondiente, ensayó otro camino, cambió de táctica y cambió el fusil de tiro rápido por el “pacífico cupón electoral”, como decía el Men, y en un país donde el prejuicio religioso debe tener un peso muy grande, mi nuevo camarada hizo la hazaña, con Marx y Lenin como referencias y la hoz y el martillo como símbolos. Ha hecho que el mundo mire hacia su país y que los que hemos levantado y seguimos levantando esos mismos emblemas, nos confirmemos en la seguridad de que las esperanzas reverdecen cuando uno menos lo espera y a veces, donde uno menos lo espera. Vamos, camarada presidente Anura Kumara Dissanayake, procure usted ser digno de la confianza y el poder que le ha otorgado su pueblo, por nada del mundo se deje usted tumbar, mientras yo, admirado por su proeza, le pido una sola cosa, y ya que aquí, en este país, hemos hecho de todo o casi todo, sin poder encontrar la forma de que los revolucionarios nos acerquemos siquiera a las puertas del poder; aunque debe usted andar muy ocupado, dígame usted cómo lo hizo, oiga mi demanda y deme la receta, camarada.
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