La libertad de prensa está en juego en el caso de Julian Assange

La jodida libertad de expresión es lo que diga el dueño de la imprenta o de la plataforma digital al uso

GUSTAVO LUNA En una época en la que se publica, día sí y día también, un océano de disparates, millones de descerebrados son víctimas de su petulancia, su memoria corta y su ansiedad por un minuto de gloria. Hoy día el culto al mal gusto, el insulto, el debate estéril y la difusión de sandeces es la norma. Todo el mundo se ampara en la manoseada libertad de expresión para vomitar, sin ruborizarse, culaquier tontería que le llegue a la testa. Lo más divertido es ver a pila de ignorantes funcionales dándole categoría científica a cualquier vaina que se le ocurra y-aun peor-ver a un grupo de pseudo panelistas debatiendo como si fueran verdaderamente instruidos. La puesta en libertad de Julian Assange, quien fundó Wikileaks y puso de manifiesto las letrinas desde la que operan las grandes potencias y algunos lideres mundiales, es una derrota del sentido común. Este hombre nunca debió ir a la cárcel. Al final los Estados Unidos de América, donde un presidente, recurriendo a la Quinta Enmienda, se despacha diciendo que puede agarrar a las mujeres por el coño por ser rico y famoso, ha decidido dejar en libertad a un hombre que ha sido víctima de un aplastante abuso de poder. Assange ya va de camino a su natal Australia, eso es mejor que nada/better than nothing. También dijo el susodicho, que le podía pegar un tiro a cualquiera en la Quinta Avenida de Nueva York sin perder un voto. Sabía bien el bufón de peluca anaranjada al público al que se estaba dirigiendo. Un público para el que no es lo mismo un muerto judio que miles de muertos palestinos. ¡Oremos por Israel! ¡Qué cojones tienen! Como Trump, muchos otros han encontrado en los evangélicos, los negros que deliran por ser blancos y algunas minorías socavadas por un incurable complejo de inferioridad un caladero dispuesto a imponer sus ideas retrógradas. Todo vale, en el nombre del inútil, para quienes quisieran borrar de la faz de la tierra a quienes vemos el mundo de otra manera. De hecho, usar el libre albedrío es un mandato lógico y racional que muchos cristianos manipulan sin ningún tipo de escrúpulo. Corren tiempos difíciles y hacen poco los dueños de la verdad para evitar la difusión de falsedades y bulos que ponen en peligro la vida de millones de seres humanos en todo el planeta. Bueno, ellos nos ven como a un grupo de borregos que cuando dejan de ser útil pueden ser sacrificados ¿Después de ver como enloquecieron los argentinos con un sujeto que habla con el espiritu de su perro, de qué nos podríamos asombrar? Después de ver que Alberto Núñez Feijoo, quien se paseaba en un yate con un narcotraficante conocido en toda Galicia, puede llegar a precidir el gobierno del Reino de España, ¿de qué nos podríamos asombrar? En Galicia sólo Feijoo, quien se ufanaba de leer toda la prensa escrita, no sabía quien era Marcial Dorado. Después de ver como el chavismo convirtió a Venezuela, con el contubernio de la mayoría de sus ciudadanos, en una perfecta mierda, ¿de qué nos podríamos asombrar? Como estos podríamos citar miles de ejemplos. Sin embargo, no debo concluir sin reseñar que Julian Assange puso de manifiesto, que cada día vale menos la pena preocuparse por hacer una comunicación veraz y con la mayor profesionalidad posible. Desde el 2012, cuando Assange tuvo que asilarse en la Embajada de Ecuador en Londres, hasta el día hoy, cuando ha sido puesto en libertad, éste ha sido privado de su libertad durante doce jodidos años. Seis de esos doce años los pasó encerrado en una cárcel de máxima seguridad en Londres, Inglaterra, Reino Unido. Quizás llegó el momento de dejar que todo el que se quiera joder, se joda.

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