CIELONARANJA
Ante preguntas tan simples como “ya sabes cómo y dónde te entrarán”, las reacciones son de puro espanto. A Gabina le dije: no te dejaré sola en ningún cementerio y te llevaré en mi maleta.
Parecerá gótico o lo que sea, pero el evadir esa pregunta será cosa de buenos toreros, de seres con amplios y detallados y por lo demás ahuecados diccionarios.
Una vez comencé con esta escueta y no pasó de un encuestado. “¡Pero tú si estás chueco!”, casi me gritaron.Hasta
Mis amigos J & M lo tienen claro: hace años que ya pagaron un contrato con una reconocida funeraria para que se encargaran de todo, ¡hasta de los anuncios en el Listín! Así de precavida es esa adorada pareja.
Las tumbas en el país dominicano son cosa triste, por no decir deprimente. Si te tocan los cementerios públicos, te enfrentarás al horror de espacios más laberínticos que los poblados ilegales a orillas del Ozama. Si tus ahorros te lo permiten y accede a la Puerta del Cielo, de seguro que después de aplicarte una excelente botellita de agua te asaltará prácticamente uno de sus super inteligentes representantes para recordarte una máxima heideggeriana: que eres un ser para la muerte. ¡Tratarán de venderte un plan de funeral con el mismo estilo como si te tuvieran ofreciendo una villa en Punta Cana! ¡Zafa!
De todos los modos, no se puede obviar este tema. El algún momento te verás, nos veremos. “Te veré caer”, como diría Ceratti. “Allá nos vemos”, como diría aquella voz mágica del Circo Hermanos Suárez.
En mi caso, lo que menos me imagino es morir en Santo Domingo. Sería más que patético: aburrido, lamentable, un beneficio para nichos que no se lo merecen, un horror. Además, he vivido más tiempo en Berlín que en esta capital de los absurdos, aunque al final, como diría el filósofo español Raphael, “la vida sigue igual”, “ei”, será un desastre.
¡Hasta el más allá, chicas y chicos!