“Necesitamos continuar con esa política, una auténtica democracia, no una simulación, no una oligarquía con fachada de democracia”, dijo en el Zócalo ante un público atento a cada línea de su mensaje.
JULIO GUZMÁN ACOSTA
CIUDAD DE MÉXICO. – Bajo el radiante sol de una tarde dominical que iluminaba la plaza más emblemática del país, el Zócalo, el presidente Andrés Manuel López Obrador se dirigió a miles de ciudadanos que lo aclamaban. Rodeado de un ambiente de fervor y lealtad, AMLO envió un mensaje claro y contundente a Estados Unidos sobre la reforma al poder judicial que está en discusión en México. Con la oratoria que le caracteriza y haciendo gala de su firme oposición a la injerencia extranjera como un giño a sus años de militancia política, el mandatario hizo hincapié en la importancia de la soberanía nacional y el derecho del pueblo mexicano a decidir sobre sus instituciones.
Durante más de dos horas, López Obrador abordó diversos temas centrales de su gestión, pero fue un breve párrafo —un puñetazo retórico— el que acaparó la atención. “Que lo internalicen nuestros amigos y vecinos de Estados Unidos… Si quieren bibliografía, que busquen La democracia en América, de Tocqueville”, dijo, haciendo referencia a la historia de la elección de jueces en Estados Unidos. Así, se erigió en defensor de la democracia en un momento en que el embajador Ken Salazar había expresado reservas sobre la reforma que contempla el voto popular para jueces.
En un contexto marcado por un creciente sentimiento antiyanqui en gran parte de la población, el presidente sabe que cuenta con un apoyo popular que lo sostiene por encima del 70% de aprobación en su último mes de gobierno. Este respaldo se manifiesta en un ambiente antiimperialista que ha cobrado fuerza a medida que se amplían las críticas sobre la injerencia de Estados Unidos y Canadá en la legislación mexicana. La respuesta de López Obrador se siente, para muchos de sus seguidores, como un llamado a la dignidad nacional, señalando que el camino hacia la verdadera democracia debe construirse desde el pueblo.
“Hidalgo y Morelos no sólo lucharon por la independencia, sino también por la abolición de la esclavitud y en contra de la desigualdad. Juárez estableció el Estado laico. Y entre 1910 y 1917 nuestro país protagonizó la primera revolución social del siglo XX. Aquí, los hermanos Flores lucharon por los derechos de los trabajadores. Aquí se levantaron en armas el revolucionario del pueblo, Francisco Villa, y el más auténtico defensor de los campesinos, Emiliano Zapata, en demanda de libertad, tierra y justicia
Los asistentes, desde la estudiante universitaria hasta el comerciante mayor, han llegado a esta cita no solo para escuchar al presidente, sino para sentirse parte de un movimiento que busca reescribir la narrativa del país. “Él nos ha politizado, nos ha dado lecciones de historia”, comenta Ramiro, un vendedor que sostiene una pancarta pidiendo que AMLO sea considerado para el Premio Nobel de la Paz. Un fervor social que pelea con la marea contraria de una oposición que parece desconcertada y que, como se ha visto en las últimas semanas, carece de la estrategia necesaria para enfrentar la popularidad de López Obrador.
Consciente de su legado, el presidente se dedicó a trazar un extenso recuento de lo que considera logros de su administración: la reducción de la pobreza, el incremento del salario mínimo y el avance en materia de derechos sociales. Ante un público expectante, destacó la importancia de continuar con lo que llamó la “cuarta transformación” del país, una cruzada que hace eco a su juventud política y a su larga trayectoria en la lucha por la justicia social.
López Obrador también hizo un guiño a su sucesora, Claudia Sheinbaum, quien, a tan solo un mes de asumir la presidencia, deberá lidiar con una oposición más rencorosa que nunca. “Me retiro con la conciencia tranquila”, afirmó, dejando claro que su misión ha sido más grande que cualquier controversia personal con adversarios políticos, pues su objetivo ha sido siempre empoderar al ciudadano común.
Entre aplausos y gritos de apoyo, el presidente concluyó su discurso con un firme posicionamiento: “La democracia es el poder del pueblo”. Las palabras de AMLO resonaron con fuerza en el Zócalo como un nuevo mantra para sus seguidores, una invitación a continuar vigilantes y activos en la defensa de su soberanía. Esa tarde en el Zócalo no solo fue un informe de gestión, sino una celebración del poder popular y un llamado a la resistencia ante lo que percibe como abusos del poder oligarca.
Al salir de la plaza, muchos de los asistentes llevaban en sus rostros no solo la satisfacción de haber escuchado a su presidente, sino también la esperanza de que el movimiento que ellos han abrazado no solo perdure, sino que se fortalezca con cada batalla política que venga. En un país donde la política a menudo ha sido un campo de lucha, hoy el Zócalo fue testigo de una renovación de promesas y anhelos de un futuro más justo para todos los mexicanos.