Por Julio Guzman Acosta
En las calles de Londres, frente al imponente edificio neogótico que alberga los Tribunales Reales de Justicia, se ha desatado una manifestación sin precedentes. Cientos de personas se han congregado para expresar su solidaridad con Julian Assange, el cofundador del portal de filtraciones Wikileaks. Su esposa, Stella Assange, ha proclamado: “Todo el mundo nos está mirando”. La escena recuerda a las históricas protestas de 1968 en Chicago, cuando los manifestantes coreaban la misma frase en contra de la guerra de Vietnam.
La campaña internacional para evitar la extradición de Assange a Estados Unidos ha movilizado a activistas y oradores comprometidos con la causa de la libertad de prensa. Pero, ¿qué hay detrás de este caso?
La defensa de Assange sostiene que la acusación en su contra está motivada políticamente. Según ellos, el proceso judicial oculta la verdadera naturaleza de los cargos. El señor Assange, alegan, no es un criminal, sino un periodista que cumplió con su deber al exponer actos graves ante la opinión pública. Obtener y publicar información clasificada veraz y de interés público es parte de su labor periodística habitual.
El abogado de Assange, Ed Fitzgerald, denuncia que reclamar su extradición por una ofensa política es un abuso del proceso judicial. La necesidad de proteger a quienes arriesgan su vida para informar al mundo es crucial en una sociedad democrática. La libertad de prensa no debe ser sacrificada en aras de intereses políticos.
Este caso trasciende las fronteras y nos recuerda la importancia de defender la verdad y la ética en el periodismo. La lucha por la libertad de prensa está en juego, y todos somos testigos. Que la historia nos recuerde que, en este momento crucial, alzamos nuestras voces en defensa de la justicia y la transparencia.