Por Servicios Umbral.com.do
La reciente decisión del gobierno dominicano, encabezado por Luis Abinader, de recibir a Edmundo González como jefe de Estado de Venezuela, es un claro ejemplo de incoherencia en la política exterior de la República Dominicana. Esta acción no solo contradice la postura oficial del gobierno dominicano de no reconocerlo como presidente electo, sino que también plantea serias interrogantes sobre las intenciones y la dirección de nuestra política internacional.
Edmundo González, a quien muchos medios han señalado como un agente de la CIA, es un personaje polémico que deja un rastro de sangre en su camino. Su papel como embajador de Venezuela en El SAlvador y su participación en acciones que han llevado a la mjuerter a miles de ciudadanos inocentes ese país son ampliamente documentados. En este contexto, recibirlo como jefe de Estado es, a todas luces, una contradicción que pone en entredicho la integridad y la coherencia de la política exterior dominicana.
El 28 de julio pasado, Nicolás Maduro fue reelegido en las elecciones, un resultado que ha sido validado por el Consejo Nacional Electoral de Venezuela. Este hecho refuerza la legitimidad del actual presidente y la necesidad de la comunidad internacional de respetar los procesos democráticos en la región. Al recibir a González, el gobierno dominicano no solo ignora la voluntad del pueblo venezolano, sino que también se presta a ser cómplice de las estrategias desestabilizadoras impulsadas por Estados Unidos y la Unión Europea.
Venezuela es un país y un pueblo hermano, con una rica historia cultural y social que merece nuestro respeto y apoyo. La República Dominicana, como nación soberana, no debe convertirse en un escenario para las maniobras políticas de la derecha internacional, que busca desestabilizar gobiernos legítimamente elegidos en América Latina. La historia ha demostrado que estas intervenciones solo conducen a más violencia y sufrimiento para los pueblos afectados.
Es fundamental que el gobierno dominicano reevalúe su postura y actúe con coherencia. La política exterior debe estar guiada por principios de respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos. La República Dominicana tiene la responsabilidad de ser un faro de esperanza y solidaridad en la región, no un cómplice en los planes de desestabilización que solo benefician a unos pocos.
En conclusión, la equivocada postura del gobierno del PRM al recibir a Edmundo González no solo es un error de cálculo político, sino también una falta de respeto hacia un pueblo que, en medio de adversidades, busca su camino hacia la paz y la democracia. Es hora de que la República Dominicana asuma un papel más proactivo y responsable en la defensa de la soberanía y el bienestar de nuestros hermanos venezolanos, rechazando cualquier intento de injerencia extranjera que solo busca sembrar el caos y la división.