Umbral

La Carolina»: Un Rincón de Barahona bajo las Vías de Elephant & Castle

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Por Julio Guzmán Acosta

Elephant & Castle. — Entre el eco metálico de los trenes que cruzan las vías elevadas de esta parte de la ciudad histórica de Londres,  emerge un pedazo auténtico del Caribe: «La Carolina«, el bar donde el sabor sureño de República Dominicana se mezcla con el ritmo urbano de Elephant & Castle Fundado por Santos Mario de la Paz Perez un orgulloso hijo de Fondo Negro, Vicente Noble (Barahona), este local se ha convertido en punto de encuentro para quienes añoran el calor humano, el dominó interminable y los sabores de la provincia.

Bajo las Vías, sobre Mesas de Dominó
No hay que viajar al sur dominicano para vivir su esencia: al entrar a La Carolina, el olor a sancocho y la música de Rubby Perez o Luis Miguel del Amargue envuelven a los parroquianos. Las paredes, decoradas con luces multicolores y en la barra con la variedad de rones dominicanos, rinden homenaje a los orígenes de su dueño. «Aquí no vendemos tragos, vendemos recuerdos», dice, Santos, mientras sirve una Mamajuana, su cóctel signature a base de ron, miel de abeja y jugo de caña—.

El alma del lugar late en la esquina donde las partidas de dominó se alargan hasta la madrugada, entre risas, «falta de aire» y ocasionales discusiones por una “capicúa” mal contada. «Los domingos parecemos el parque de Fondo Negro: hasta los que no juegan se quedan mirando», bromea Pedro Santana, cliente habitual.

Sabores que Cruzaron la Sierra
El menú es un viaje gastronómico: desde chivo liniero (preparado con hierbas traídas de Barahona) hasta Mofongos  y batidas de lechosa con hielo picado. Los viernes, el Karaoke anima a los presentes a cantar las canciones históricas de República Dominicana u el mundo. mientras los sábados son para bachata con leña vieja y tertulias sobre béisbol.

Un Refugio con Acento Sureño
Para Santos, el bar es un tributo a su tierra: «En Fondo Negro no hay trenes, pero sí el mismo orgullo. Quise traer eso aquí, donde la gente conoce más de castillos que de playas». Y lo logró: hoy, La Carolina es parada obligada para dominicanos nostálgicos y curiosos que buscan probar «lo que no está en los folletos turísticos”.

”Cuando cierro los ojos y escucho el traqueteo del tren, me siento en mi patio”, confiesa el dueño. Y ese mismo hechizo contagia a todos los que llegan.

Nota: Inspirado en la tradición cultural dominicana. Lugares y personajes son reales.

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