Por Ramón Luna
Después de más de 20 años de investigación, la Universidad de Granada, ubicada en la Comunidad Autónoma de Andalucía, Reino de España, ha confirmado un hallazgo que cambia algunos criterios de uno de los hechos más trascendentales en la historia de la humanidad: El Descubrimiento de América.
En un estudio encabezado por Don José Antonio Llorente, prominente catedrático de medicina legal de la referida universidad se confirmó que los restos de Cristóbal Colón se encuentran en la Catedral de Sevilla. También se aclara uno de los enigmas más inquietantes de los últimos cinco siglos: dónde nació el marinero. Dicen los investigadores que “Cristoforo Colombo”, nombre que responde a la errada tesis de que era italiano, era un judío sefardí nacido en las costas de la Península Ibérica, específicamente por la zona de Valencia.
Más de 25 países y ciudades se disputaban el lugar de nacimiento del navegante y algunos países, entre ellos República Dominicana, dicen poseer los restos del marinero. Como los restos depositados en la Catedral de Sevilla son tan escasos, unos 150 gramos, los investigadores no descartan que haya restos de Cristóbal Colón en otros lugares.
Los restos del almirante fueron cotejados, mediante avanzadísimas técnicas de comparación de ADN, con los restos de unos de sus hijos y con los restos de Diego Colón, quien, siendo un pariente muy lejano de Cristóbal, fue considerado por los siglos de los siglos como uno de sus hermanos. Respecto a la República Dominicana, donde el fenecido presidente Joaquín Antonio Balaguer Ricardo, defensor del hispanismo a carta cabal, se construyó el mamotreto del Faro a Colón, donde se presume descansan los restos del beneficiario de las Capitulaciones de Santa Fe.
El monumento construido en 1992, con motivo de las celebraciones del Quinto Centenario, es un cagadero que no lo visita ni Dios, mucho menos los vive bien del clero católico. El gobierno dominicano, en el período 2000/2004, autorizó a los investigadores de la universidad granadina que analizaran los restos depositados en el oscuro Faro, pero sorprendentemente hubo un cambió de parecer que revocó dicha autorización. No se descartan las presiones de las “autoridades” de la iglesia católica. Presiones que tendrían por objetivo que no se le arruinara el chiringuito de obtener pingües beneficios en nombre de la fe.
De confirmarse que los restos depositados en el Faro no son los del Almirante de la Mar Océano, el país caribeño se llevaría tremendo varapalo. Esto obligaría a reescribir parte de la historia de la Isla de Santo Domingo y rebajaría la falsa creencia de que el Descubrimiento de América nos convirtió en el ombligo del planeta. Sin embargo, se pierde una oportunidad de oro: que el relato del descubrimiento sea un hecho histórico más objetivo y respaldado por soportes científicos.
Sucede que, para los cuentistas de la fe, los vende bulos y los charlatanes del negacionismo es más rentable el milagro inventado que el análisis riguroso. Parte de la historia dominicana ha sido tergiversada con el sólo propósito de que lo hispano prime por encima de los elementos aportados por los esclavos procedentes de África y por los nativos encontrados en la isla en 1492.
En la óptica de la filosofía y las políticas educativas desarrolladas por el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina y el Doctor Joaquín Antonio Balaguer Ricardo, los dominicanos somo más españoles que los nacidos en España. Este disparate contradice un evidente sincretismo cultural presente en los principales elementos culturales de la sociedad dominicana.
Por ejemplo: la lengua, la música, la gastronomía, el fenotipo y otros elementos. Algunos sectores conservadores de la sociedad dominicana prefieren preservar un negocio que genera muchos recursos. Por ejemplo: los cuentos de las vírgenes, los puntos de peregrinación y los milagros divinos. Poner eso en riesgo podría ser letal para las arcas de quienes viven de las contribuciones de un grupo de estúpidos. Gentes dispuestas a eliminar a quienes tienen creencias diferentes y no comulgan con su montón de sandeces. Como profesor de Ciencias Sociales y Especialista en Gestión Cultural es mi deseo que el gobierno dominicano retome la iniciativa de que los restos depositados en el Faro a Colón sean debidamente analizados.
Esto haría una inmensa contribución al conocimiento objetivo de nuestra historia y podría ser el inicio del destierro de un montón de leyendas que impiden un análisis responsable y riguroso de la historia de la República Dominicana.
La Academia de Ciencias de la República Dominicana y la Universidad Autónoma de Santo Domingo deben encabezar un movimiento cuya única finalidad sea que dicho estudio se lleve a cabo. Que Colón no era genovés era tan evidente como que Shakespeare no escribió las obras que se le atribuyen. Lo que sucede es que, cuesta mucho renunciar a obtener beneficios de un fraude absurdo, aunque este constituya un injustificado comportamiento inmoral.