Una investigación revela el tercer envío clandestino de material militar en lo que va de año, contradiciendo las promesas oficiales y las obligaciones internacionales
Por Arturo Facundo G.
El Contship Era surca las aguas del Mediterráneo con un rumbo fijo y una carga incómoda. Este carguero israelí, cuya próxima escala será el puerto francés de Fos-sur-Mer cerca de Marsella, transporta más que mercancías: lleva consigo la complicidad europea en el conflicto de Gaza. Según documentos exclusivos obtenidos por el medio de investigación Disclose, a bordo irán 14 toneladas de componentes para fusiles ametralladores Negev, el mismo modelo cuyos estallidos han resonado en los barrios arrasados de Rafah y Jabalia.
La revelación desnuda el doble lenguaje de la diplomacia francesa. Mientras el presidente Emmanuel Macron expresa «preocupación» por la ofensiva israelí en declaraciones públicas, su gobierno autoriza en la sombra este tercer envío militar en 2025. Los papeles no mienten: la empresa gala Eurolinks surte las piezas que terminarán en las fábricas de Israel Military Industries, principal proveedor del ejército israelí. Una transacción que huele a pólvora y que suma 111 millones de euros en ventas de armamento desde 2017, según los registros cruzados por los investigadores.
El contraste con la postura oficial resulta escandaloso. «Objetivamente, no hay relaciones de armamento con Israel», afirmó sin rubor el ministro de Defensa Sébastien Lecornu ante la Asamblea Nacional el pasado febrero. La misma institución que en 2014 ratificó el Tratado sobre el Comercio de Armas, hoy pisoteado con cada contenedor que zarpa hacia Tel Aviv. No son simples piezas mecánicas: son engranajes de una maquinaria bélica señalada por la Corte Internacional de Justicia por posibles actos genocidas.
La ironía sangra al comparar mapas políticos. Mientras España da el paso firme de cancelar un contrato de 290 millones con Israel, el Elíseo prefiere el juego peligroso de condenar con la boca pequeña y armar con las manos llenas. Expertos en derecho internacional consultados por este medio coinciden: cada tuerca francesa en un fusil israelí podría constituir complicidad en crímenes de guerra, especialmente tras la «Masacre de la Harina» documentada por la ONU, donde casquillos galos aparecieron entre los escombros.
El silencio del Ministerio de Defensa francés ante las preguntas de Disclose habla más que cualquier comunicado. En los pasillos de Bruselas susurran que se trata de una estrategia calculada: mantener influencia en Oriente Medio a costa de sangre palestina. Mientras, el Contship Era sigue su ruta, llevando en sus bodegas no solo armamento, sino el peso moral de una Europa que dice defender los derechos humanos mientras firma los cheques de la destrucción.
Palabras clave: #ComplicidadFrancesa #GazaSangra #DiplomaciaArmada
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