La Roja deslumbra ante Francia en un duelo de goles que consolida su nuevo ciclo dorado
Por Julio Guzmán Acosta
El fútbol volvió a vestirse de gala en Stuttgart, donde España y Francia escribieron otro capítulo de esa épica que trasciende resultados y clasificaciones. Bajo las luces de la Nations League, un torneo que muchos cuestionan pero que nadie abandona, la Roja pintó su mejor versión: esa que mezcla el talento precoz de Lamine Yamal con la sabiduría colectiva de un equipo que ya huele a candidato.
El marcador final (5-3) podría sugerir un partido frívolo, pero fue todo menos eso. Francia salió con el puño alto, Mbappé buscando desequilibrios y una delantera que parecía sacada de un catálogo de Ferraris. Sin embargo, tropezaron con el muro de Unai Simón, ese guardián discreto que hoy firmó una de las noches grandes de su carrera. Tres paradas milimétricas en los primeros compases mantuvieron a España a flote mientras encontraba su ritmo.
Y entonces llegó el huracán. Nico Williams abrió el baile tras una jugada tejida con hilos de seda: Lamine desbordando como si el marcador fuera su patio de recreo, Oyarzabal ejerciendo de faro en la niebla y Merino coronando la obra con ese gol que huele a champeón. No habían apagado los altavoces del primer tanto cuando el mismo Oyarzabal, ese futbolista que piensa más rápido que los demás, volvió a desguazar a la defensa gala para asistir a Merino. Dos goles en siete minutos, dos bofetadas al manual que dice que contra Francia hay que esconderse.
Deschamps, con el ceño fruncido, vio cómo su ejército de atacantes (Mbappé, Dembélé, Doué, Olise) naufragaba ante la inteligencia posicional de una España que ya no teme a los espejismos. Lamine Yamal, con 17 años y una madurez de veterano, selló de penalti su doblete antes de que Pedri cerrara el festival con ese gol que viajó desde Barcelona hasta la red francesa sin pedir permiso.
Pero los clásicos no serían clásicos sin sobresaltos. Francia, herida en su orgullo, despertó con tres goles que devolvieron el vértigo al encuentro. Mbappé lideró la rebelión, Cherki brilló en flashes y por momentos pareció que el reloj nos transportaba a aquellos años en que los galos eran dueños del balón y España solo de sus frustraciones.
Hoy el guion ha cambiado. De la Fuente, ese técnico que habla poco pero mira mucho, ha construido una selección que baila cuando ataca y sufre con orden. Sin ser perfecta (la defensa aún pide un líder al estilo Puyol), tiene algo más valioso: la chispa de los genios (Lamine, Pedri, Williams) y la complicidad de un grupo que cree.
Mientras el avión de vuelta a Madrid se llenaba de serpentinas, en París resonaba una pregunta incómoda: ¿Cómo parar a esta España cuando el Mundial está a la vuelta de la esquina? La respuesta, quizás, la tenga ese niño de 17 años que sigue haciendo deberes entre goles y asistencias.
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