Hace una década y media, el mundo occidental se vio sacudido por una crisis financiera sin precedentes. Los bancos, que habían jugado con los ahorros de las familias y los países en un casino global, colapsaron, y la respuesta de las élites políticas y económicas fue imponer la llamada «austeridad». Esta política, disfrazada de necesidad técnica, no fue más que un mecanismo para transferir riqueza de los de abajo hacia los de arriba, mientras millones de personas sufrían las consecuencias de recortes sociales, desempleo masivo y un deterioro generalizado de las condiciones de vida. Hoy, en un contexto global radicalmente distinto, Europa y el mundo enfrentan una nueva consigna sistémica: el rearme.
De la austeridad al rearme: la misma lógica, distintos actores
La austeridad de hace quince años fue vendida como la única solución posible. Los medios de comunicación, los «expertos» y los políticos nos repetían una y otra vez que no había alternativa. «Es por vuestro propio bien», decían. «Es lo que tenemos que hacer si queremos seguir formando parte del club europeo.» Sin embargo, hoy sabemos que aquella receta no solo fue un fracaso económico, sino también un acto de violencia contra las clases trabajadoras. La crisis que provocó duró una década, y sus efectos aún se sienten en muchas partes del mundo.
Hoy, el escenario global ha cambiado drásticamente. China y los países BRICS desafían la hegemonía económica de Estados Unidos y la Unión Europea. La producción industrial, la innovación tecnológica y las cadenas de suministro se desplazan hacia el Este, mientras Occidente pierde su capacidad de dominar el mundo a través del expolio colonial y la supremacía tecnológica. A esto se suman desafíos como la emergencia climática y la bancarrota moral de las potencias occidentales, que han decidido apoyar uno de los peores genocidios del siglo XXI en la Franja de Gaza.
En este contexto turbulento, la nueva consigna sistémica es el rearme. Liderada por figuras como Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, esta política ha sido abrazada por la mayoría de los gobiernos europeos, incluido el de España. La narrativa es clara: Rusia, a pesar de su evidente debilidad militar demostrada en Ucrania, representa una amenaza existencial para Europa. Según esta lógica, es necesario aumentar de forma exponencial el gasto en armamento para garantizar la seguridad del continente.
El rearme: una solución falsa para problemas reales
La retórica del rearme es tan engañosa como lo fue la de la austeridad. Aunque Rusia ha demostrado ser incapaz de conquistar incluso una fracción del territorio ucraniano, los medios y los políticos insisten en que Moscú podría atacar cualquier punto de Europa. Esta narrativa, repetida como un mantra, busca justificar un aumento masivo del gasto militar, incluso a costa de recortes en áreas esenciales como la sanidad, la educación y la vivienda.
En España, el presidente Pedro Sánchez intenta vender la idea de que es posible aumentar el gasto militar en 11.000 millones de euros sin afectar otras partidas presupuestarias. Sin embargo, esta afirmación es, como mínimo, cuestionable. Para financiar este gasto, las opciones son limitadas: aumentar la deuda pública, subir impuestos o recortar servicios sociales. Ninguna de estas alternativas es deseable, y todas tendrán un impacto negativo en la calidad de vida de la ciudadanía.
La pregunta que debemos hacernos es clara: si el gobierno español puede conseguir 11.000 millones de euros adicionales, ¿por qué no invertirlos en mejorar la sanidad pública, garantizar un ingreso mínimo vital o asegurar el acceso a una vivienda digna? ¿Por qué priorizar la industria de la guerra sobre las necesidades básicas de la población?
El peligro de repetir los errores del pasado
La imposición del rearme sigue la misma lógica que la austeridad: garantizar los beneficios de las oligarquías a costa del sufrimiento de los pueblos. Del mismo modo que la austeridad fue una forma de violencia económica, el rearme es una forma de violencia militarizada que desvía recursos esenciales hacia una carrera armamentística innecesaria y peligrosa.
En España, como en el resto de Europa, la ciudadanía debe estar alerta. No podemos permitir que se repitan los errores del pasado. La lucha contra la austeridad nos enseñó que la movilización social es fundamental para resistir las políticas que nos perjudican. El 15M y las protestas masivas que siguieron demostraron que, cuando la gente se une, puede desafiar incluso a los gobiernos más poderosos.
Hoy, frente al rearme, no nos queda otra opción que volver a las calles. Debemos exigir que los recursos públicos se destinen a mejorar la vida de las personas, no a financiar una industria de la muerte. Debemos rechazar la narrativa del miedo y recordar que la verdadera seguridad no se construye con armas, sino con justicia social, igualdad y solidaridad.
Conclusión: un llamado a la acción
El rearme no es la solución a los problemas de Europa y el mundo. Es, como la austeridad, una receta diseñada para beneficiar a unos pocos a costa de muchos. Frente a esta política, debemos organizarnos, movilizarnos y exigir un cambio de rumbo. La historia nos ha enseñado que, cuando la gente se une, puede lograr lo imposible.
Hoy, más que nunca, es el momento de levantarnos y decir: ¡No al rearme! ¡Sí a la justicia social!