La Habana, 13 abr (Prensa Latina) Fallecido hace hoy ocho años, víctima de un cáncer de pulmón, el escritor uruguayo Eduardo Galeano nunca ocultó su admiración por la Revolución cubana, la cual calificó siempre como ejemplo de dignidad.
Con esta isla caribeña, que visitó múltiples veces, el autor de Las venas abiertas de América Latina estableció un profundo lazo de amistad de décadas que perduró hasta su muerte.
La Revolución cubana, es «ejemplo de dignidad en un mundo donde el patriotismo es un derecho negado a los países pequeños y pobres», expresó en 2012 en su último viaje a esta capital. Hacía entonces una década que no pisaba suelo habanero.
En aquel entonces, invitado para inaugurar el 53 Premio Literario de Casa de las Américas, Galeano ratificó una vez más su respeto por esta nación. “Vuelvo a Cuba sin haberme ido porque esta isla siguió siempre viva dentro de mí, en mis palabras, en mis actos y mi memoria, una memoria viva de todo lo que de ella recibí”, dijo.
De mirada penetrante, a veces fulminante, con aquellos ojos azules de quien ha visto todo, de hablar pausado, a Galeano era difícil entrevistarlo, sobre todo por su brillante sapiencia y sus respuestas.
A su llegada al aeropuerto José Martí, en ese histórico viaje de 2012, al uruguayo lo esperaba una decena de periodistas con los que habló de política, de cultura, fútbol -otra de sus grandes pasiones-, del poeta salvadoreño Roque Dalton y de un movimiento que cobraba fuerza por ese entonces y que no dudó en nombrar “los indignados”.
Todos los que en ese recibimiento estuvimos para darle cobertura a su llegada nos quedamos enternecidos escuchando a Galeano, cada palabra, cada gesto. Y es que era tal cual como sus libros, comprometido con la realidad que lo tocaba y sobre todo con su querida América Latina.
La crisis que sufre el planeta ha llevado a muchos a aceptar lo inaceptable obligándolos a la indignidad. Es por eso, que surgen movimientos, como el de los indignados, que de pronto se vuelven peligrosamente contagiosos en todos los países, afirmó en esa ocasión.
Y como siempre dio en el clavo. Galeano advertía entonces, con su magistral manera de avizorar el futuro, las sucesivas crisis que ha atravesado América Latina desde que la pluma del escritor se apagó.
La neutralidad es imposible en un mundo que se divide entre indignos e indignados, señaló en esa histórica visita el maestro de maestros de la literatura latinoamericana, dejando para siempre una frase que ha acompañado la lucha de los pueblos de la Patria Grande: o se es indigno o indignado.
Tan brillante orador como su pluma, Galeano señalaba entonces que no había quien pudiera con la capacidad de contagio que tiene la indignación, en referencia clara a los movimientos sociales surgidos en varias naciones para expresar sus reclamos.
¿Por cuantos momentos ha atravesado entonces el continente? Protestas en Colombia, en Perú, en Chile, golpes blandos, lawfare (guerras judiciales), golpes de Estado (a Evo Morales en Bolivia).
En medio de la lucha que da hoy América Latina, la lucha de siempre, Galeano se respira vivo en su profundo pensamiento.
Las izquierdas, subrayó en su última visita a Cuba, están en todos lados. Los procesos de cambios que de veras se dan, crecen lentamente de abajo hacia arriba y de adentro hacia fuera. A veces son silenciosos, casi secretos, pero existen en todas partes.
Sobre esta isla también sentó posición al señalar que nunca conoció en su vida un país tan solidario como este, ninguna Revolución tan ofrendada a los demás como esta.
Y tampoco dejó de hablar de su relación con Casa de las Américas, su Casa, con la cual solía decir que tuvo en los inicios un amor poco correspondido pues precisamente escribió Las venas abiertas… para llegar a tiempo al concurso literario. Tanto esfuerzo y perdí en el certamen, bromeó una vez.
Esta Casa es mi casa, la casa nuestra, porque así la siento, y así la sé. He sido y seguiré siendo siempre su amigo, a partir de esa definición de amistad que nos legara Carlos Fonseca Amador, el fundador del Frente Sandinista: “El verdadero amigo es el que critica de frente y elogia por la espalda”.
“Gracias, pues, mil gracias, por ese alimento de vitamina D, “d” de dignidad, que tanto nos ayuda a creer que el deber de obediencia, impuesto por los poderosos del mundo puede ser nuestra penitencia pero no es, ni puede ser nuestro destino”, subrayó en aquel discurso del Premio Casa. Sería su despedida de la isla.
Por: Maylín Vidal