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Las maneras del Real Madrid cuando en lo deportivo el fútbol no le alcanza

El árbitro de Burgos Bengoechea enseña la tarjeta a Lucas Vázquez tras la final de la Copa del Rey.BORJA SUÁREZ (REUTERS)

Por Servicios Umbral.com.do

El Real Madrid mostró en las horas previas y durante la final de la Copa del Rey una actitud que desentonó con la grandeza histórica del club. Más que prepararse para un duelo vibrante en uno de los escenarios más emblemáticos del deporte mundial, el equipo blanco pareció ensayar una representación teatral basada en el victimismo y la conspiración.

Desde los aullidos de Dani Carvajal en la grada hasta las polémicas actitudes de Vinicius Jr., Rüdiger y Lucas Vázquez en el campo, la sensación fue la de un equipo que se sintió más preocupado por reclamar persecuciones externas que por asumir su responsabilidad dentro del juego. Incluso Jude Bellingham, a pesar de la interpretación benévola del Comité de Competición sobre sus acciones, pareció sumarse a esta dinámica de victimismo.

Esta postura es difícil de entender en una institución que ha acumulado méritos para considerarse el último monarca global del fútbol, especialmente tras la muerte de Isabel II, símbolo de estabilidad y grandeza. Sin embargo, el Real Madrid se presentó ante la opinión pública como un príncipe desplazado, un niño rico que por la mañana estrena tecnología de última generación y por la tarde se viste con harapos para lastimar conciencias ajenas.

Tradicionalmente, el club merengue ha sostenido el mantra de que las finales no se juegan, se ganan. Pero en esta ocasión, alguien decidió que era válido llorar preventivamente ante la posibilidad de perder, una actitud ajena a ese madridismo que nunca encontró consuelo en las derrotas ni en las excusas.

El fútbol es un estado de ánimo, y el Madrid parece arrastrar una resaca prolongada, como si los excesos de su gloria constante le pasaran factura. Bastó un solo partido —con momentos de tensión propios de los grandes clásicos— para desnudar la impostura de las horas previas y posteriores. Por un instante, el equipo recordó que el blanco de su camiseta obliga mucho, y durante gran parte de la segunda parte empujó a un Barça en racha a creer en sus monstruos.

Sin duda, la naturaleza depredadora del Real Madrid le devolverá pronto a los escenarios donde se levantan trofeos, con una Liga aún por decidir. Pero la imagen del club está ahora mismo por los suelos, y queda pendiente saber quién tendrá el temple para levantarla.


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