Umbral

Francisco, el papa de los desfavorecidos que intentó cambiar la Iglesia

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VATICANO

Por Julio Guzmán Acosta

El mundo despide a Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, quien falleció a las 7:35 horas (5:35 GMT) en la Casa Santa Marta, su residencia en el Vaticano. Su partida marca el fin de un pontificado que, durante poco más de 12 años, se caracterizó por su apuesta por los más vulnerables y por un intento decidido de modificar una Iglesia tradicionalmente centralizada y conservadora.

Francisco, elegido el 13 de marzo de 2013, fue un papa sin precedentes: el primer pontífice no europeo desde hace siglos y el primer jesuita en ocupar el solio pontificio. Su elección sorprendió desde el primer momento, cuando con sencillez y humildad se presentó ante los fieles con un “buenas tardes” y una frase que quedaría para la historia: “Se ve que los cardenales han querido elegir al obispo de Roma en el fin del mundo”.

Su nombre, Francisco, fue escogido en honor a San Francisco de Asís, el santo de la pobreza y la humildad, tras el consejo del cardenal brasileño Hummes, quien le recordó la importancia de “recordar a los pobres”. Ese fue el eje de su pontificado: una Iglesia pobre para los pobres, una institución que debía desprenderse de privilegios y abrirse a la misericordia y la inclusión.

Desde el inicio, Bergoglio se propuso hacer una profunda reforma en la Santa Sede. Su gran obra fue la promulgación de la Constitución Praedicate Evangelium, que reestructuró la administración vaticana, creó nuevos ministerios y estableció un control riguroso de las finanzas, buscando transparencia y combatiendo la corrupción interna. Estas medidas, sin embargo, le ganaron la enemistad de sectores conservadores y de aquellos acostumbrados a la opacidad.

Uno de los mayores retos que afrontó fue la lucha contra los abusos sexuales dentro de la Iglesia. Consciente de la gravedad de esta lacra, Francisco estableció protocolos estrictos para erradicar la pederastia y promovió la escucha activa a las víctimas. Pese a sus esfuerzos, los escándalos continuaron salpicando a la Iglesia, evidenciando que aún queda un largo camino por recorrer.

Su magisterio estuvo marcado por un lenguaje renovado, centrado en las “periferias existenciales”, término que acuñó para referirse a los marginados, excluidos y olvidados por la sociedad. Los viajes apostólicos del papa ilustraron esta preocupación: desde su visita a Lampedusa, isla símbolo de la crisis migratoria europea, hasta sus 47 viajes internacionales, siempre buscó acercarse a comunidades alejadas y a países con pequeñas minorías católicas.

En la apertura pastoral, Francisco impulsó un cambio radical en temas que antes parecían tabú dentro de la Iglesia. Por primera vez, se habló abiertamente de la acogida a homosexuales y a divorciados vueltos a casar, y se aprobó un documento que permitía la bendición de parejas del mismo sexo, aunque con resistencia de numerosos obispos. Este giro pastoral será, sin duda, uno de los legados más discutidos y emblemáticos para su sucesor.

Nacido en Buenos Aires en 1936, hijo de inmigrantes italianos, Bergoglio inició su camino religioso tras estudiar ciencias químicas. Ordenado sacerdote en 1969, su vida estuvo marcada por la sencillez y el compromiso con los humildes. Durante la dictadura militar argentina, vivió fuera del país, pasando por Alemania y Córdoba, para luego convertirse en arzobispo de Buenos Aires. Como papa, rechazó los lujos y eligió vivir en la Casa Santa Marta, dejando de lado los apartamentos pontificios.

Su pontificado también estuvo marcado por una constante confrontación con la ala ultraconservadora de la Iglesia, que nunca ocultó su oposición a sus reformas y a su estilo. Prueba de ello fue la carta pública de cuatro cardenales, conocida como las “dubia”, en la que cuestionaban algunos de sus escritos y demandaban respuestas claras. Un memorando anónimo, atribuido luego al cardenal George Pell, calificó su gestión como “catastrófica”, reflejando la profunda división que generó dentro del Vaticano.

Más allá de sus controversias, su legado quedó plasmado en encíclicas como Laudato si, donde hizo un llamado mundial a la fraternidad, la justicia social y la protección del planeta. En medio de conflictos globales como la guerra en Ucrania y las tensiones en Medio Oriente, Francisco se esforzó por ejercer un papel diplomático de mediación, aunque sin éxito en muchos casos. Sus denuncias sobre la violencia contra el pueblo palestino y sus llamados a evitar genocidios evidenciaron su compromiso con la paz y la justicia.

Francisco se va como el papa de los pobres, el pontífice que quiso cambiar una Iglesia anquilosada, que apostó por un mensaje de misericordia y apertura, y que enfrentó con valentía a sus propios conservadores. Su verdadero impacto, sin embargo, será juzgado por la historia y por aquel que tome su lugar en el trono de Pedro.


Redacción Umbral.com.do

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