Por Theo N. Guzmán
Vinicius Jr. finalmente ha recibido un premio que refleja sus propias expectativas, un galardón individual que complementa su impresionante trayectoria colectiva con el Real Madrid. La semana pasada, el brasileño sumó a su vitrina el reconocimiento de «The Best», tras una destacada actuación en Doha frente al Pachuca, donde no solo asistió a Mbappé, sino que también anotó un gol de penalti. Este logro, sin duda, es un alivio para el joven futbolista, quien ha sentido una obsesión por obtener premios individuales que validen su esfuerzo y talento en el campo.
Sin embargo, en medio de la celebración, Vinicius Jr. se enfrenta a una realidad ineludible: la vida continúa. Al despertar un día cualquiera, con el estómago rugiendo en busca de un desayuno, se dará cuenta de que el amor y el apoyo de su círculo cercano siguen intactos, y que, a pesar de los trofeos, la esencia de su vida no cambia. El galardón, que podría parecer un objeto de adorno en su hogar, no define su valor como persona ni como deportista.
El jugador tiene todo el derecho a celebrar su triunfo como mejor le plazca. No necesita pedir permiso a la autoridad para compartir su felicidad en redes sociales ni para enfrentarse a las críticas que ha recibido. En su comunicado, Vinicius Jr. dejó claro que “intentarán e intentan invalidarme, disminuirme”, pero sostiene que “ellos no están preparados”. Esta declaración resuena en un contexto en el que la figura del brasileño ha sido objeto de controversia y debate, y donde las reacciones, a menudo desmesuradas, no hacen más que intensificar la atención mediática que busca deslegitimar sus logros.
La sociedad actual tiende a juzgar a las figuras públicas, tomando partido según sus preferencias y colores. En el caso de Vinicius Jr., su estilo de juego vibrante y su pasión por el fútbol han sido criticados y malinterpretados. Se le ha negado el derecho a mostrarse auténtico, a ser un jugador que se entrega al 100% en cada partido, a dejarse llevar por las provocaciones y a señalar a quienes perpetúan actitudes racistas. En lugar de celebrar su talento, la atención se centra en sus reacciones y en los conflictos que surgen en el campo.
Reflexionando sobre la percepción de Vinicius Jr., surge la pregunta: ¿qué es lo que realmente molesta de su figura? Quizás sea su historia, su recorrido desde la favela de São Gonçalo hasta la cima del fútbol mundial. Quizás sea su valentía al expresar sus sentimientos y su lucha contra el racismo, algo que muchos prefieren ignorar. La historia de Vinicius es la de un joven que, a pesar de las adversidades, ha logrado hacerse un nombre en el deporte rey, y que ahora, con su reciente premio, comienza a recibir el reconocimiento que merece.
Es fundamental que, como aficionados y observadores del fútbol, aprendamos a valorar a los jugadores por su talento y esfuerzo en el campo, y no por las narrativas que se construyen alrededor de ellos. Vinicius Jr. es un símbolo de resiliencia, una figura que continúa brillando a pesar de las críticas, y su reciente galardón es un testimonio de su dedicación y habilidades excepcionales. A medida que avanza su carrera, lo que realmente importa es que siga siendo fiel a sí mismo, y que el deporte, en su esencia, celebre la diversidad y la pasión que cada jugador aporta al juego.