Por Rafael Chaljub Mejía
Cuando se anunció la Alianza Rescate RD, recuerdo haber advertido acerca de la amenaza potencial que esa alianza constituía para cualquier adversario.
Consideraba que la coalición de tres partidos con nombre, historia y una importante base electoral; con dirigentes de larga experiencia y con mucho dinero a su disposición, podía constituirse en un competidor respetable, imposible de subestimar.
Pero todo ha resultado en una asociación frágil, dispersa y sin ninguna cohesión, con unos líderes separados no por asuntos de principio, ni divergencias de concepciones políticas ni programáticas, sino por un abismo de malquerencias y rencores, heredados de pugnas de intereses y rivalidades personales, que hasta la fecha han impedido que, ni siquiera para fines de publicidad, esos líderes se saluden o posen juntos para una fotografía.
Entonces vino el varapalo de las recién pasadas elecciones municipales y la situación de la Alianza Rescate RD parece haber empeorado. Porque cuando debieron responder a la derrota dando una demostración enérgica de acercamiento y unidad, lucen que han caído en una pasividad y una disgregación mayores.
Mientras, las encuestas andan diciendo la desventaja en que se encuentran frente a su adversario común, y por lo que se percibe en el ambiente, resultan lejanas las posibilidades de que los de la alianza despierten el entusiasmo de los votantes y hagan cambiar en su favor los números que están arrojando esas encuestas.
Porque, en última instancia, los electores tendrían que preguntarse cómo sería un eventual gobierno producto de una alianza tan frágil y dispersa.
En cuantos fragmentos se dividiría el Estado cuando cada cabeza de partido controle su respectiva cuota y actúe conforme al interés de su propio grupo. Decían los viejos marineros que un barco con dos capitanes se hunde y en este caso, la nave del Estado tendría mucho más de dos.
Esta realidad podría modificarse porque en política y en la vida misma nada es imposible, pero por lo que se está contemplando ahora, ya pueden preverse los resultados de las elecciones próximas; y la posibilidad de que algunos dirigentes y partidos ya muy usados, salgan del escenario y quede un espacio abierto para que se desarrolle una nueva tendencia política, positivamente distinta, debidamente organizada, de contenido progresista y patriótico, que deje atrás otra dispersión más lamentable; y es la dispersión que históricamente y hoy más que nunca afecta a esas fuerzas políticas que, por definición, son las llamadas a representar la esperanza de una transformación a fondo de nuestro país. Sigamos atentos.