Por Ramón Luna
El proyecto en el que se ha embarcado el presidente Luís Rodolfo Abinader Corona y el Partido Revolucionario Moderno llega tarde, pero ha llegado.
Durante su primer mandato, para decepción y sorpresa de un pueblo incrédulo y desconfiado, el mandatario dominicano dió señales de que era un presidente atípico y que venía a romper con una política llena de discursos bonitos, pero vacios. Los discursos erán manjares; los hechos, tayotas.
Gestos sencillos como mandar a retirar su foto de los despachos públicos tienen un gran simbolismo y mandaron más de un mensaje: el que gobierna es uno de ustedes, no soy el
único político que sabe conceptualizar y ni por asomo soy un predestinado.
No hay parientes del presidente haciendo negocios con el estado y la primera dama renunció a utilizar el inútil despacho que lleva su nombre para ir de compra a París con el dinero de todos.
Tuvieron que pasar cien años, y no los que hicieron eterno a Macondo, para que un presidente dominicano empezara a desterrar la funesta práctica de “las botellas”. La práctica instituida en la primera mitad del siglo pasado por Don Horacio Vázquez, ha sido el caldo de cultivo del clientelismo barato, la corrupción política, la desigualdad social y el maldito subdesarrollo.
Definición de botella en el lenguaje vernáculo de la República Dominicana: cobrar en una institución pública sin rendir ningún tipo de labor.
Sin embargo, ha sido el manejo transparente de los recursos del estado el buque insignia del primer mandato del presidente Corona. La tayota se ha trasformado, para desgracia de muchos, en un exquisito menú de políticas responsables y ha optimizado cada chele del erario público.
En mi opinión, el segundo mandato es la verdadera prueba de fuego del empresario político y del Partido Revolucionario Moderno.
Mantener la inflación controlada, grantizar el abastecimiento y lidiar con una situación internacional convulsa e impredecible son retos complejos y costosos. También es un compromiso de marca mayor seguir desarrollando el sur profundo. El desarrollo de las olvidadas comunidades sureñas podría representar una oportunidad de negocio y detener esa migración masiva que ha convertido los nucleos urbanos, principalmente-Santo Domingo,Santiago de los Caballeros y San Cristóbal- en semilleros de marginalidad y pobreza.
En el 2028 en San Cristóbal tendremos nuestra Ciudad Sanitaria, un moderno parqueo municipal y las instalaciones donde operará el Club Deportivo y Cultural Don Máximo Vizcaino/Los Buitres.
El ingeniero Ángel Rafael Salazar Rodríguez, presidente provincial del partido y Gerente de la Empresa de Generación Hidroeléctrica Dominicana, está comprometido con estas iniciativas y no desmayará hasta que estas obras se hayan materializado.
Que el presidente no se presente en el 2028 sentará un precedente que debe servir de referente a las futuras generaciones. Era tiempo de que la palabra de un político adquiriera el valor que tiene la palabra de un gallero.
Pero lo dicho en el parrafo anterior no significa, que el gobierno deba renunciar a la posibilidad de llevar a cabo una profunda reforma de la constitución del país. La Carta Magna no puede seguir siendo papel mojado o un traje elástico que cada mercader del quehacer político ajusta a su medida.
Deben blindarse artículos que impidan la reforma antojadiza de la misma, que garanticen la independencia del Ministerio Público y que obliguen a los tribunales de la República a ser veraderamente justos. Nuestras carceles no deben continuar siendo almacenes de tuberculos o espacio de cursos avanzados en diferentes modalidades delincuenciales.
Es imperdonable, que un país que crece más que los Espaguetis Milano sea tan desigual. Por eso, a través de una Constitución Moderna y la articulación de proyectos bien pensados, los derechos fundamentales de cada dominicano deben estar garantizados.
El camino de fortalecer al empresariado y la inversión extranjera es el correcto. La creación de empleos dignos por quienes arriesgan sus recursos en proyectos productivos debe tener todas las garantias jurídicas. El impulso de estos sectores contribuiría a aliviar la carga de las nóminas públicas, cuyos recursos podrían ser focalizados en el desarrollo de programas que hagan de nuestros barrios espacios más seguros y confortables.
Todo los sectores de la sociedad dominicana deben respaldar las iniciativas del ejecutivo, y el PRM, como primera fuerza política, debe estar a la altura de las circunstancias.
La espectación y el temor de que el viejo Partido Revolucionario Dominicana haga metástasi en el PRM y de que resurjan las prácticas que relegaron al partido del jacho prendío a la irrelevancia no es descabellada. Serán los venideros procesos de convención los que dirán de que pasta está hecho el partido.
Una verdadera transformación de la República Dominicana requiere tiempo y sacrificios, Luís debe ser sólo el comienzo de un proceso que podría tomarnos 50 años o más. Lo importante es que ya comenzó.
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Gracias por su visita, compañero Pam Minh Chinh
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