Umbral

La tragedia de la discoteca Jet Set y la necesidad de responsabilidad

El derrumbe parcial del techo de la discoteca Jet Set no es solo una desgracia fortuita; es el resultado de una cadena de negligencias que pudieron—y debieron ser evitadas. Ante el dolor de las víctimas y sus familias, surgen las preguntas inevitables: ¿Cómo se permitió que un local con antecedentes de riesgo, como el incendio de 2023, siguiera operando sin las debidas inspecciones? ¿Por qué las advertencias sobre la sobrecarga en el techo, mencionadas por testigos, no fueron atendidas a tiempo?

En medio de la conmoción, algunos buscan simplificar el análisis o desviar las culpas, pero la verdad es clara: esta tragedia es consecuencia de la dejadez de las autoridades y de la irresponsabilidad de los propietarios. Las instituciones encargadas de garantizar la seguridad en establecimientos públicos fallaron al no fiscalizar adecuadamente una edificación que ya había demostrado su vulnerabilidad. Por su parte, los dueños del local, conscientes—o que debieron estarlo—de las condiciones estructurales, prefirieron arriesgar vidas antes que invertir en reparaciones o cerrar temporalmente para evitar lo peor.

No basta con el lamento, hace falta justicia

Ahora, cuando el impacto emocional aún es profundo, las promesas de investigaciones rigurosas y sanciones ejemplares se multiplican. Pero la historia reciente nos ha enseñado que, en demasiados casos, los culpables de tragedias similares terminan evadiendo la justicia gracias a influencias, maniobras legales o simplemente porque el paso del tiempo diluye la presión social. No puede permitirse que eso ocurra ahora.

Si las pesquisas confirman negligencias o incumplimientos, los responsables—sean empresarios, funcionarios o intermediarios—deben enfrentar todo el peso de la ley. No como un gesto de venganza, sino como una medida necesaria para sentar precedentes y demostrar que la impunidad no puede ser la respuesta habitual ante la pérdida de vidas inocentes.

Aprender para no repetir

Más allá de las sanciones, esta tragedia debe servir para revisar los protocolos de seguridad en locales de alta concurrencia, exigir inspecciones rigurosas y periódicas, y garantizar que quienes incumplan las normas afronten consecuencias antes de que ocurra una desgracia, no después.

El duelo de las familias afectadas no se aliviará con discursos, pero al menos deben tener la certeza de que su dolor no fue en vano: que esta vez, a diferencia de otras, las lecciones se aprenderán y las responsabilidades se asumirán. Solo así podrá honrarse a las víctimas y evitar que futuras generaciones sufran por los mismos errores.

 

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