La poesía siempre ha sido uno de los medios más efectivos para la propaganda de ideales y sentimientos. Grandes pensadores han demostrado su gran valía y, con el transcurso del tiempo, solo se ha fortalecido más, asemejándose al bambú: cuanto más tarda en extender sus raíces, más fuerte se hace cuando sale a la luz. Es reconfortante conocer que, desde el pasado, se han estado haciendo aportes al desarrollo de esta, sin importar en qué ámbito surjan estos avances. Por tanto, en este ensayo se busca profundizar sobre cómo era la visión poética en la Escuela de Salamanca y la perspectiva de la poesía mística bajo la mano de tres poetas destacados de su época.
Iniciaremos recordando que el término de Escuela de Salamanca hace referencia a un conjunto de profesores, sobre todo teólogos -punteros en el Concilio de Trento, de diversas ramas del saber, con Francisco de Vitoria a la cabeza de todos ellos. Esta escuela se materializó en el Siglo de Oro español y tuvo influencias tanto en España como fuera de ella. A diferencia de otras, se caracterizó por una actitud poética que contrastaba con la corriente dominante del momento: el culteranismo. Los poetas instruidos en ella buscaban la claridad, la sencillez y la naturalidad en su expresión, priorizando el contenido sobre la forma. En estos aspectos se pueden ver los primeros rasgos que identifican un buen escrito poético.
La visión poética de esta escuela era de corte moral, filosófico y religioso, explorando temas como la naturaleza, la vida, la muerte y el sentido de la existencia. Influenciados por el humanismo y el Erasmismo, defendían un lenguaje poético más accesible y cercano al lector, convirtiéndose en una fuente fundamental para enriquecer el panorama poético del Siglo de Oro español y sentar las bases para el desarrollo de la poesía ascética y mística.
La poesía mística fue un género muy floreciente en el Siglo de Oro español, reflejando la profunda espiritualidad y el anhelo de unión con Dios que caracterizó la época. Esta corriente literaria, a diferencia de las demás, estaba alejada de las preocupaciones mundanas, explorando temas como el amor divino, la noche oscura del alma y la contemplación, ofreciendo una mirada profunda a la relación entre el ser humano y Dios.
Sin duda, está de más decir que la Escuela de Salamanca fue un gran motor impulsor en una nueva forma de concebir la poesía, al formar poetas más abiertos a la exploración de nuevas dimensiones y sentimientos ocultos en el ser humano. Más que esto, ofreció una rica plataforma a escritores con una visión más teocrática o mística, permitiéndoles expresar su conexión profunda con los entes celestiales y divinos. Por ello, la poesía siempre será el mecanismo más liberador que haya podido existir, porque no tiene límites ni fronteras, sus puertas siempre se encuentran abiertas para todo público.
Siguiendo esta línea, diremos que la poesía mística fue adornada por muchos autores dedicados a escribir poesías teocráticas, varios de ellos caracterizados por un desbordante amor y entrega a su Señor, con una visión muy elevada del Ser supremo. Siendo este deseo profundo el motor inspirador de sus poesías, en esta ocasión
ahondaremos solamente en las producciones poéticas de tres autores más destacados en este género.
Daremos apertura a nuestro recorrido por la poesía mística con el poeta y escritor ascético Fray Luis de León, considerado uno de los máximos exponentes de la literatura española. Su estilo se caracteriza por la claridad, la elegancia y la profundidad espiritual. Algunas de sus obras más destacadas son: «Oda a la vida retirada», «En la ascensión», «Noche serena», entre otras. Estas obras son consideradas joyas celestiales por la elegancia en la pronunciación de palabras y sentimientos espirituales que embellecen sus poesías, como veremos a continuación en algunos de sus versos.
Comenzaremos analizando la poesía que tituló «Noche serena», en la cual inicia con una contemplación hacia el cielo y dice: «Cuando contemplo el cielo de innumerables luces adornado, y miro hacia el suelo, de noche rodeado, en sueño y en olvido sepultado, el amor y la pena despiertan en mi pecho un ansia ardiente; despiden larga vena los ojos hechos fuente, Loarte, y digo al fin con voz doliente». En estos fragmentos se puede percibir la majestuosidad de ese hogar celestial que el poeta describe como un lugar adornado de un sinfín de luces. Las metáforas empleadas ofrecen un significado más embellecido y profundo, hablando del resistente hilo conector que Fray Luis había construido con la figura celestial de Dios, permitiéndole crear una imagen de aquel sorprendente espacio llamado cielo.
En los siguientes versos, continúa agregando palabras sublimes que representan dicho lugar llamado cielo: «Morada de grandeza, templo de claridad y de hermosura: mi alma que a tu alteza nació, ¿qué desventura la tiene en esta cárcel, baja, oscura? ¿Qué mortal desatino de la verdad aleja así el sentido, que de tu bien divino olvidado, perdido, sigue la vana sombra, el bien fingido?» Es maravilloso notar cómo el poeta hace una clara diferencia entre ese lugar de grandeza y la tierra, la cual llama una cárcel baja y oscura, haciendo un impresionante contraste entre dos espacios totalmente distantes. Pinta al cielo con colores tan hermosos que hace que el lector sienta el deseo de estar allí, mientras que tiñe la tierra con tonos tan opacos que imposibilitan una visión clara de la misma.
Para alzar su mensaje más fuerte, invita a los hombres a mirar esa gran diferencia existente entre estos dos espacios, haciendo un llamado a la búsqueda del lugar que sí es eterno y más que un breve punto y bajo torpe suelo, como escribe en los siguientes versos: «¡Ay!, despertad, mortales! Mirad con atención en vuestro daño. ¿Las almas inmortales, hechas a bien tamaño, podrán vivir de sombra y sólo engaño? ¡Ay!, levantad los ojos a aquella celestial eterna esfera: burlaréis los antojos de questa lisonjera vida, con cuanto teme y cuanto espera. ¿Es más que un breve punto el bajo y torpe suelo, comparado con aquel gran trasunto, do vive mejorado lo que es, lo que será, lo que ha pasado?»
Continuaremos con otra poeta que alzó su voz fuertemente en los escritos de la poesía mística, Santa Teresa de Jesús. Mística, reformadora y escritora, fundadora de la Orden de las Carmelitas Descalzas. Su estilo era sencillo, directo y coloquial, reflejando su
profunda experiencia mística. Santa Teresa, incluso tratando asuntos cotidianos, escribe con la fuerza de un torrente impetuoso: las ideas y las frases se precipitan en su mente y salen casi sin orden. Es testimonio de sus dotes naturales el que el buen sentido general de lo que escribe jamás da lugar a dudas; pero la fuerza precisa de una palabra, una frase o una cláusula, son a menudo difíciles de determinar.
En los siguientes versos, se puede ver la fuerza pero al mismo tiempo la sencillez que brotaban de las manos de esta sublime poeta, tratando temas de su vida que la acercaron a Dios: «¡Qué ceguedad tan grande la mía! ¿Adónde pensaba, Señor mío, hallar remedio sino en Vos? ¡Qué disparate huir de la luz para andar siempre tropezando! ¡Qué humildad tan soberbia inventaba en mí el demonio, apartarme de estar arrimada a la columna y báculo que me ha de sustentar para no dar tan gran caída! Ahora me santiguo, y no me parece que he pasado peligro tan peligroso como esta invención que el demonio me enseñaba por vía de humildad.»
En estas palabras, la poeta desgarra su alma delante de la presencia de su Dios, admitiendo que solo en él está su hogar, y al mismo tiempo suplica que la aleje de aquellas sendas que la distancian de él. Teresa de Jesús expresa en sus escritos poéticos las grandes murallas que logró construir en su relación íntima con su Señor, plasmándolo por medio de palabras estéticamente hermosas y claras. Y, semejante a Fray Luis, se toma algún tiempo para también hablar de la disparidad entre el cielo y la tierra, diciendo: «Este es el engaño con que coge el demonio, que, como se ve un alma tan llegada a Dios y ve la diferencia que hay del bien del cielo al de la tierra y el amor que la muestra el Señor, de este amor nace confianza y seguridad de no caer de lo que goza.»
Para finalizar el recorrido en el museo de la poesía mística, hablaremos de San Juan de la Cruz. Poeta y místico carmelita, figura central de la poesía mística española, con un lenguaje poético denso y simbólico, cargado de intensidad emocional y espiritualidad. Al igual que los poetas citados anteriormente, tiene como fuente de inspiración al ser divino llamado Dios. Sus escritos tienen una peculiaridad de guardar una gran semejanza con algunos escritos del libro de Cantar de los cantares en la Biblia. Esto se evidencia en su poesía «Canto a la Esposa y al Esposo» cuando dice: «[EL ESPOSO] Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire de tu vuelo, y fresco toma. [LA ESPOSA] Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos, la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.»
En estos versos se ve cómo San Juan de la Cruz embellece el contemplamiento mutuo de dos amantes por medio de metáforas y simbolismos. Así, desglosa un conversatorio pintado de romanticismo y entrega entre el esposo y la esposa, donde ambos se aprecian y muestran la necesidad del uno por el otro. Pero también este poeta escribió ampliamente sobre su unión con Dios y anhelo de habitar en su presencia en la poesía que llamó «Noche oscura»: «En una noche oscura con ansias en amores inflamada, ¡oh,
dichosa ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada. A oscuras y segura, por la secreta escala disfrazada, ¡oh, dichosa ventura!, a oscuras y encelada, estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.»
En estos versos, el poeta eleva canciones del alma donde se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual. Adorna sus palabras con metáforas y exclamaciones que forman anáforas en la pronunciación de sus cantos.
Tomando todo lo dicho en cuenta, creemos que es pertinente llegar al final de este recorrido, afirmando que en los autores antes mencionados se puede ver a simple vista que concibieron la poesía como un hilo conductor de su entrega y pasión desbordante de su amor hacia Dios. Plasmaron sus experiencias místicas en versos cargados de simbolismo, intensidad emocional y belleza formal.
Referencias
De Vega y Carpio, F. L. (2014). Santa Teresa de Jesus. Linkgua.
La escuela de Salamanca. (2020, diciembre 14). Revista de Historia. https://revistadehistoria.es/la-escuela-de-salamanca/
San Juan de La Cruz. (2010). Poemas de San Juan de La Cruz (R. Molina Montes, Ed.). Linkgua Ediciones.
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La autora del artículo es estudiante de la Licenciatura en Lengua Española y Literatura en el Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña, recinto Félix Evaristo Mejía de Santo Domingo.
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