Por Julio Guzmán Acosta
La reciente formalización de la candidatura del expresidente de la República, Danilo Medina para la presidencia del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha suscitado un amplio debate sobre el futuro de esa organización política. A pesar de que Medina busca repetir en el cargo por un segundo período de cuatro años, su postulación plantea serias interrogantes sobre la capacidad del PLD para renovarse y reflexionar sobre su desempeño en las elecciones pasadas y su pésima gestión gubernamental en sus ocho años de presidencia.
El anuncio de Medina se produce en un momento marcado por los resultados electorales desastrosos en las elecciones del 2024, donde el partido no logró capitalizar el apoyo popular que había tenido en años anteriores. Su candidatura no solo carece de un balance crítico sobre estos resultados, sino que también parece ignorar las preocupaciones de muchos militantes que claman por un cambio generacional y por una dirección que responda a las demandas de un electorado cada vez más exigente.
En la tarde de hoy, Francisco Domínguez Brito, el único dirigente peledeista que desafía a Medina en esta contienda interna, formalizará su inscripción, aunque su oposición parece insuficiente para romper con la continuidad del liderazgo que ha caracterizado al PLD en los últimos años. Este proceso electoral interno, que culminará el 27 de octubre, se desarrollará bajo un sistema de votación electrónica que, aunque moderno, no garantiza un cambio real de su máxima dirigencia, siguiendo los mismos rostros y dirigentes que llevaron al partido morado a perder las cuatro últimas elecciones y con un grupo dirigencial burocratizado y donde han acumulado fortunas no siempre bien habidas.
El secretario jurídico del PLD, José Dantés, también ha anunciado su aspiración a la secretaría general, un puesto de gran relevancia que, sin embargo, no traerá consigo un cambio de rumbo si se mantiene la misma cultura política que ha llevado al partido a la crisis actual. La falta de una crítica honesta sobre los escándalos de corrupción que han salpicado a muchos de los dirigentes del PLD durante la gestión de Medina es otra omisión alarmante. Estos casos de corrupción no solo erosionan la poca credibilidad de ese partido, sino que también distancian a la base militante y a los votantes que buscan una política más transparente y responsable.
A medida que avanza el PLD en los preparativos para la conclusión de su X Congreso Ordinario Reinaldo Pared Pérez, donde han ratificado a muchos de sus actuales integrantes en el Comité Central, la pregunta persiste: ¿realmente está el PLD preparado para la renovación que tanto necesita? La reelección de figuras como Medina, sin un examen crítico de los errores del pasado y sin un compromiso genuino con la transparencia, sugiere que el partido podría estar atrapado en un ciclo de repetición que no responde a las expectativas de sus electores.
La próxima semana será crucial para el PLD, no solo por la elección de sus nuevos líderes, sino por la oportunidad que tendrán de demostrar si están dispuestos a afrontar los retos que se les presentan. La historia reciente del partido está llena de lecciones, y la ausencia de una autocrítica efectiva podría condenarlo a seguir enfrentando las mismas dificultades en el futuro.