MUERTE DEL PAPA FRANCISCO
Por Servicios de Umbral.com.do
El papa Francisco, fallecido en la mañana de hoy, mantuvo a lo largo de su vida una relación compleja y muchas veces conflictiva con la política argentina, un vínculo marcado por la polarización que caracteriza a su país natal. Jorge Mario Bergoglio, antes de su entronización como pontífice en 2013, ya era una figura influyente y controvertida como arzobispo de Buenos Aires, ciudad a la que nunca regresó tras convertirse en papa, en parte debido a las tensiones políticas que su presencia generaba.
Uno de los episodios más reveladores de este entramado político fue la definición que hizo el expresidente Néstor Kirchner (2003-2007), un peronista de centro-izquierda, quien llegó a calificar a Bergoglio como «el jefe espiritual de la oposición». Esta frase refleja la fuerte impronta que el entonces arzobispo ejercía en la política local, un poder que se manifestó con especial fuerza durante su presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina entre 2005 y 2011.
Durante ese periodo, Bergoglio tuvo una presencia destacada en la vida pública, alternando encuentros con dirigentes políticos y sindicales con homilías y documentos que se convirtieron en noticias de primera plana. Su influencia fue especialmente considerable durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), en un contexto marcado por reformas sociales y profundas divisiones políticas. Por ejemplo, durante el mandato de Cristina Kirchner se aprobó la legalización del matrimonio igualitario, un tema que enfrentó con firmeza la Iglesia Católica. Asimismo, la discusión sobre el aborto, que comenzó a cobrar fuerza durante el gobierno de Mauricio Macri y culminó en la legalización en 2020 bajo la administración de Alberto Fernández, fue otro foco de tensión con Bergoglio.

El papa Francisco nunca ocultó sus diferencias con varios sectores políticos, pero también mostró una voluntad de diálogo. Sergio Rubín, periodista y coautor de las biografías El jesuita (2013) y El Pastor (2023), subraya que pese a los desencuentros con Macri —quien fue alcalde de Buenos Aires antes de llegar a la presidencia— Bergoglio “puso por delante su vocación de diálogo”. Esta actitud política contribuyó a que, aún en medio de la polarización, Francisco mantuviera una postura de mediación y prudencia.
Esa prudencia también explica, en parte, por qué el papa nunca volvió a Argentina desde su elección en 2013. En una entrevista concedida al portal Infobae en 2023, Francisco expresó su deseo de regresar a su tierra natal, pero también admitió su preocupación por «la coyuntura sociopolítica» del país. «A veces la visita de un papa puede ser usada» por el partido gobernante, señaló, deseando que su eventual visita no fuera instrumentalizada “ni para un lado ni para otro”.
La complejidad del escenario político argentino y la figura del papa quedaron reflejadas en la recepción que este hizo en el Vaticano a todos los presidentes argentinos, incluyendo al ultraderechista Javier Milei, quien antes de lanzarse a la presidencia lo había insultado llamándolo “imbécil” y “el representante del maligno en la Tierra”. Pese a estas provocaciones, Francisco mantuvo la puerta abierta al diálogo, demostrando su apuesta por la reconciliación y el entendimiento.
En su labor pastoral y social, el pontificado de Francisco se caracterizó por una crítica constante al neoliberalismo y un llamado a que los poderes públicos protejan a los más vulnerables. En un videomensaje enviado en 2024 a una asociación de jueces argentinos, el papa destacó que “el Estado, hoy más importante que nunca, está llamado a ejercer ese papel central de redistribución y justicia social”. Este mensaje reafirma la preocupación que siempre tuvo por la justicia social y la defensa de los sectores más desfavorecidos.
El vínculo entre Estado e Iglesia en Argentina, aunque formalmente separado, ha estado históricamente muy entrelazado. Hasta la reforma constitucional de 1994, ser católico era requisito para acceder a la presidencia. En este contexto, las acciones y silencios de Bergoglio fueron siempre interpretados “en clave local por los diversos grupos de poder mediáticos, políticos, religiosos y económicos”, como escribió el sociólogo Fortunato Malimacci en 2013.
La polarización política argentina atrapó al papa en la definición de ser o no ser peronista, una etiqueta que él mismo rechazó. “Nunca fui afiliado, militante o simpatizante del peronismo. Afirmar eso es una mentira”, afirmó en alguna oportunidad. Sin embargo, reconoció que su enfoque en la justicia social llevó a que se le considerara dentro de esa corriente política. “Pero en la hipótesis de tener una concepción peronista de la política, ¿qué tendría de malo?”, se preguntó.
Rubín explica que en Argentina a Francisco se le ubicaba en un perfil de izquierda, mientras que la derecha más liberal lo rechazaba. Pero el papa valoraba enormemente el trabajo pastoral en las villas y barrios más empobrecidos del país, buscando no solo la influencia de grupos de izquierda, sino también mantener representada a la Iglesia Católica en esos sectores populares.
En definitiva, el papa Francisco supo navegar en medio de la complejidad y la polarización política argentina con una mezcla de firmeza y diálogo, un equilibrio que le permitió convertirse en una figura mundial pero que también lo alejó de su tierra natal. Su legado como líder espiritual y político sigue siendo objeto de estudio y reflexión en un país donde la política y la fe están inseparablemente entrelazadas.
Redacción: Servicios de Umbral.com.do