Por Ramón Luna
Desde tiempos inmemoriales existen las noticias falsas/C. De hecho, la operación de bandera falsa, la desinformación y las informaciones a medias siempre han sido importantes y muchas veces funestos recursos de la guerra. Basta mirar con detenimiento los conflictos bélicos de Ucrania y Palestina, son bastante parecidos a la Operación Himmler que los alemanes llevaron a cabo en Polonia en 1939.
También son una muestra de la importancia que tiene la manipulación de los hechos y los datos, el impacto que estos tienen sobre actividades como la diplomacia, la industria, la banca, las grandes farmacéuticas y muchos otros renglones. Renglones determinantes en la preservación de la integridad del estado y de sus ciudadanos. Nunca la privacidad de todos había estado tan amenazada como ahora. El trasiego de datos es una mina que mueve billones y se utilizan sin escrúpulo a la hora de deshacer reputaciones.
Sin embargo, en una época en la que todo el mundo quiere aprovechar su minuto de gloria cualquier estupidez se justifica con que es un fake news (noticia falsa) o un bulo.
Es oportuno reseñar, que la mayoría de la gente que defiende absurdos en los medios y plataformas digitales no creen en esos planteamientos, pero habría que ser un bobalicón para creer que estos personajes, muy inteligentes, por cierto, renunciarían a los pingües beneficios que mueve esta industria. Estos caraduras tienen mucha materia prima en el grupo de babosas, quienes, para lograr notoriedad, van repitiendo como papagayos sus estupideces
En un momento como este, donde billones de personas disponen de un dispositivo en el que pueden decir y mostrar lo que sea sin que sus acciones tengan consecuencias, lo que vemos es aún poco.
El debate ha perdido su esencia y el enriquecimiento mediante la confrontación de las ideas ha dado paso a una comedia. La mayoría de la gente no quiere que le digan la verdad; quieren que le den la razón.
El peligro de este comportamiento radica, en que esta trulla de ciudadanos tiene los mismos derechos que quienes tienen que arreglar los entuertos de sus comportamientos irresponsables y están aupando a unos personajes altamente peligrosos a puestos donde se toman decisiones que joden a díscolos y cuerdos.
La sensatez está estupefacta de que un desquiciado como Milei haya alcanzado la presidencia de Argentina, que una mediocre como Isabel Díaz Ayuso haya convertido al Partido Popular en un traje a su medida. También llama la atención como Bukele, con una serie de cortos en YouTube, es el referente de la política en Latinoamérica.
Pero la mamá, de la mamá, de la mamá es Donald Trump. Que un narcisista y mentiroso compulsivo haga temblar los pilares del más alto referente democrático del planeta es para echarse a llorar.
¿Es un buen fake news o hay que hacerse el pendejo para dar crédito a alguien que sugiere beber cloro o meterse una bombilla en el cuerpo para combatir el Covid19?
¿Es un buen fake news o hay que hacerse el pendejo para creer que en el sistema solar sólo nuestro planeta es plano?
Es un buen fake news o hay que hacerse el pendejo para creer que a un racista/xenófobo le interesa el bienestar de los extranjeros a los que vapulea?
Son absurdos evidentes, pero aparentar que damos créditos y defender estas sandeces es la única forma que tienen millones de acomplejados para llamar la atención.
Si todo se quedara en un simple clic de farándula barata no habría ningún problema, pero estas bromas de mal gusto han encontrado cajas de resonancia en universidades, cadenas de televisión que presumimos como profesionales y responsables. Tampoco se han salvado los foros de “expertos” a los que teníamos en alta estima.
Nadie pretende que todo el mundo delire por el realismo mágico de Márquez, que la gente añore visitar salas y museos que exponen obras de arte únicas e irrepetibles o que la plebe deje de preferir a Bud Benny donde existen opciones como Celine Dion, Sergio Vargas o Joan Manuel Serrat, eso sería pedir demasiado.
Sin embargo, que un sujeto que no sabe sacar una raíz cuadrada consiga que miles de personas, incluyendo “profesionales egresados de universidades de prestigio”, le den sus ahorros para que los multiplique como el milagro de los panes y los peces debe darnos una idea de por donde anda la estupidomania.
Para disimular el irresponsable comportamiento de aceptar cualquier disparate como una verdad absoluta, buscan culpables y reproducen valoraciones de pseudoexpertos que se prestan para dar carácter científico a cualquier bazofia. Algunos hasta han egresado de alta casas de estudios.
Puede un sujeto/a, en su sano juicio, pensar que Alofoke es el responsable de que le toleren sus sandeces y utilice permanentemente insultos y palabras soeces.
Alguien puede creer que Donald Trump, quien evadió en cuatro ocasiones el Servicio Militar, es el más patriota de los americanos y puede abrogarse el derecho de llamar fracasados a héroes que perdieron la vida o fueron mutilados defendiendo al país de las barras y las estrellas.
Puede una persona medianamente seria dar crédito al presidente de Argentina, quien llamó al Papa “el representante del maligno” y acto seguido, en visita oficial, le besó el anillo con cara de exorcizado.
Son tan estúpidos los madrileños como para delirar por la presidente de su comunidad, quien acusa al presidente del gobierno de arruinar a España el mismo día que el país rompe el récord de empleo con más 21 millones de puestos de trabajo.
El responsable de esta locura/loquera es el teléfono móvil, ese aparato que ha convertido a todos en expertos e ilustrados. La gente cree que el celular tiene facultades mágicas y que es capaz de provocar milagros.
Sea responsable y admita que usted defiende esos desaguisados, porque es la única forma lucir interesante y llamar la atención.
En lo que eso sucede, tómese unos minutos y escriba huevo con yema.