Por Ramón Luna
El presidente de la República Dominicana, Don Luís Rodolfo Abinader Corona, ha tomada una decisión inteligente, pero sobre todo sensata. Quienes simpatizamos con el Partido Revolucionario Moderno y en pasado con el hoy fallecido Partido Revolucionario Dominicano, recordamos con pavor los disturbios de 1984 contra las medidas económicas impulsadas por el presidente José Salvador Omar Jorge Blanco.
Es un movimiento, que pilla a la oposición con los pies cambiados, Don Luís Abinader decidió no llevar a cabo una reforma fiscal que, como siempre, era repudiada por la mayoría de la población dominicana. Sin embargo, esta reforma es una tarea que en algún momento habrá que ejecutar sí o sí.
Las reformas fiscales no son buenas, tampoco son malas. Lo que indigna al pueblo de las fuñías reformas es que no hay un retorno que las justifique. Todos estaríamos felices de pagar impuestos, si estos se tradujeran en buenos servicios hospitalarios, en infraestructuras que faciliten la movilidad, en un sistema educativo que deje de graduar inútiles, en entornos seguros y confortables y programas deportivos para todos los sectores de la sociedad.
Deja el presidente a un grupo de desesperados con los neumáticos, el galón de gasolina y el mechero en las manos. Más de uno se regodeaba previendo desordenes a gran escala. Porque a esos “patrioteros” les va bien cuando al país le va mal. Aún peor, constituye una vergüenza que pila de politicuchos que entienden que sólo es correcto y necesario lo que ellos deciden/decidieran salieran en tromba a descalificar lo que en el pasado reciente reclamaban como inaplazable.
¿Tienen calidad moral los expresidentes Leonel Antonio Fernández Reina y Danilo Medina Sánchez para criticar cualquier medida o reforma impulsada por el presidente Abinader? ¿A dónde fueron a parar los recursos generados por las antiguas reformas? El presidente es un hombre con las ideas claras y sin ambiciones desmedidas. Incluso, ha renunciado a esas tradicionales cuotas de poder que convierten a nuestros presidentes en semidioses.
Debemos los dominicanos evitar que las tripas nublen el cerebro. Habría que ser un irresponsable para negar que la inflación nos sigue golpeando donde más nos duele: en el estómago. Sin embargo, sería un error arrojarse a los brazos de populistas y predestinados que ofrecen villas y castillas. Esos que cuando han tenido la oportunidad de gobernar, mágicamente, convirtieron las chancletas en yipetas y las listas de fiao del colmado en cuentas billonarias.
Hay más de un ejemplo en Latinoamérica en el que los dominicanos nos podríamos mirar. Por ejemplo: Venezuela, que hoy es una ruina, lleva más de cien años entre los principales países productores de petróleo. La otrora perla de Suramérica ha sido engullida por el populismo chavista. Argentina, esa que enloqueció con un trastornado que habla con el espíritu de su perro, ha disparado los niveles de pobreza, en menos de un año, en más de 10 puntos.
El Salvador, donde apostaron por un dictador cool, lleva dos años en estados de excepción, hay miles de presos detenidos sin ningún tipo de garantía procesal y la economía sólo mejora en el entorno del presidente. Los Bukele han adquirido, en los últimos 5 años, propiedades en sectores exclusivos del salvador por más de nueve millones de dólares.
Como los ejemplos anteriores se podría citar algún que otro más. El presidente dominicano y su gobierno han estado a la altura de las circunstancias. En el manejo de la pandemia, tener bajo control la inflación y la recuperación económica el gobierno ha pasado con sobresaliente. No le ha importado, en un hecho sin precedente en la política dominicano, la fortuna y el abolengo de quienes no han manejado con pulcritud la fracción del erario puesta bajo su responsabilidad.
Estos protegidos desde la fundación de la república han sido apartados ipso facto. Claro que queda muchísimo por hacer, después de tantos años de abandono, corrupción y deterioro institucional era absurdo pretender revertir todo eso en un plis plas, pero se ha comenzado y sería una burrada retroceder lo avanzado volviendo a un pasado bien conocido.
Esto no va de hookah, la 42 o Toquicha. Tampoco tiene que ver con Mami Jordan, Alofoke y los Rabakukus, el asunto es realmente serio. Hablamos de la profesionalización de lo público, del fortalecimiento de las instituciones, de la optimización y fiscalización de los recursos y del fortalecimiento de la nación mediante un entramado jurídico que nos garantice que todos somos iguales ante la ley. Señor presidente, usted va bien.