POR MANUEL SALAZAR
Están arriba, dominan en las preferencias, Donald Trump, condenado por la comisión de 34 tropelías; el Cuquito, unos tales Tokischa, Alofoke, Omega y otras derivas dominicanas, incluso en la política donde ná es ná y tó es tó; y hasta los pantalones jean “rompíos”, en fin, lo ruidoso y escandaloso.
Dominan, porque vivimos la Era del Espectáculo, de los valores que surgen de la globalización neoliberal.
Que se llevó la filosofía, las artes y la cívica de los currículo en más de medio mundo.
En la base material, impuso el mercado, la privatización de todo, el sálvese quien pueda, el individualismo y la escapada hacia lo propio y particular.
Como indicador relevante de la economia que se ha impuesto en el país, doscientos mil trabajadores, principalmente mujeres, están ocupados en las bancas de apuestas en República Dominicana, y hay más de estas que escuelas en todo el país.
Más de 25 millones de pesos mensuales ha otorgado en pensiones el presidente Luis Abinader en el año pre – electoral, una cuasi compra de electores con deuda pública como contrapartida.
En los cuatro años últimos, y en busca de participar en las elecciones recién pasadas, más de 100 nuevos partidos solicitaron registro por ante la Junta Central Electoral.
La política, como expresión de la voluntad de servicio público, ha colapsado y se ha convertido asi en fuente de acumulación originaria y de desarrollo del capital, como de medio para la trascendencia personal.
Entre paréntesis. Es necesario decir primero que lo que sigue nada tiene que ver con el mercado de conciencia instalado en el país, ni con el carrerismo político que afecta a muchos, pero la reducción de la perspectiva política centrada en ideas es una deriva preocupante, y lamentable, de la política dominicana que se ha expresado en que ni la privatización de lo público, la pervivencia de la inequidad social, la definición del gobierno actual como de los empresarios, ni el antihaitianismo con carga de racismo y xenofobia, han importado nada, o muy poco, a gente de izquierda que ha asumido sin más la reelección del PRM y el presidente Abinader; amparada en el temor al peligro de un retroceso a los PLDs, que nunca existió objetivamente, sino sólo en la capacidad de las clases gobernantes de subvertir la cultura como conciencia de la realidad, para hacerla factor de distracción y entretenimiento. Cierra el paréntesis.
Sobre la realidad impuesta, se levantan toda suerte de antivalores.
Hay que comprender esta relación filosófica, para combatirla con inteligencia y consecuencia, y no reeditar esos valores de manera consciente o inconsciente en nuestra práctica política.
Para entender la decisión audaz de promover una figura e ideas de izquierda, en una campaña electoral que ha tenido como contexto el imperio del espectáculo por sobre la realidad.