Simpatizantes del PSOE se concentraron este sábado en los alrededores de la sede socialista de Ferraz en Madrid.Foto: SAMUEL SÁNCHEZ
Por Thiago Zorrilla Acosta
Los dirigentes y las bases del PSOE suplican a Sánchez en medio de una explosión de emociones que no les deje tirados y quizá en manos de la derecha. La calle Ferraz vive un duelo de amores, el de Sánchez a su esposa y el del partido a su líder.
Los fotógrafos se lo pasaron en grande el sábado con María Jesús Montero. La vicepresidenta del Gobierno, una andaluza extrovertida y apasionada, se golpeaba el pecho ante los manifestantes socialistas congregados ante la sede de Ferraz en apoyo a Pedro Sánchez. Levantaba los brazos para animarlos, aunque todos ya estaban muy animados. Gritaba. Sonreía. Hablaba con algunos de ellos. Un socialdemócrata sueco se hubiera quedado pasmado ante tanta pasión. Son gente muy fría y Montero no lo es.
El PSOE se abrió en carne viva en un Comité Federal en 2016, un acontecimiento inaudito en que un partido político casi se autodestruyó delante de todas las cámaras. Que recuperara el poder solo dos años después forma parte de esas historias inverosímiles que a veces ocurren en la política. En ese momento, parecía un suicidio retransmitido en directo. Varios de los pesos pesados del partido, encabezados por Susana Díaz, habían decidido acabar con Pedro Sánchez al precio que fuera. Lo consiguieron para verse sorprendidos por otro inesperado giro de los acontecimientos con las primarias que encumbraron al líder caído.
Este sábado, el espectáculo presenciado ha sido el opuesto. Antes de la reunión del Comité Federal, todos los dirigentes hacían cola en la calle para hacer sus declaraciones ante los micrófonos. En las calles, miles de manifestantes mostraban su solidaridad con ese mismo líder eliminado ocho años atrás. A muchos los habían trasladado en autobuses pagados por el partido, pero todos parecían tener muchas ganas de estar allí.
La cuenta de Twitter del partido difundió un montaje de imágenes de los dirigentes abrazados a los participantes con el título: “Carta de la ciudadanía”. De la ciudadanía del PSOE, se entiende. Para que Sánchez sepa que no es el único que puede escribir cartas.
María Jesús Montero, que es la persona que probablemente le sustituirá en la Moncloa si el presidente decide dimitir, era la primera en unirse a esa explosión de pasión para convencer al líder de que no pueden vivir sin él. No pueden prescindir de su liderazgo en estos momentos. Aunque parezca una muestra de cesarismo, es muy posible que tengan razón. Lo suyo no es un análisis frío y calculador. El de sus líderes sí lo es, aunque lo más seguro es que hayan llegado a la misma conclusión.
“Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también”, dijo Pedro Sánchez en la carta que ha iniciado este psicodrama colectivo entre los dirigentes y militantes socialistas. Partiendo de la base de que Sánchez podría dimitir porque está enamorado, las bases del partido han llegado a la conclusión opuesta. No quieren que se vaya, porque están enamorados de él e indignados por el acoso al que le ha sometido la derecha desde el día en que ganó la moción de censura.
Hubo mucho de retórica excesiva en las intervenciones del Comité Federal, dirigidas hacia una sola persona, o mejor dicho a dos, a Sánchez y a Begoña Gómez. Óscar Puente recordó a su abuelo, detenido en 1936 y que “se salvó de milagro de ser fusilado”. Eso es un nivel de acoso que supera cualquier cosa que se pueda ver en la política española actual.
Eneko Andueza superó todos los umbrales de lo razonable al pedir a Sánchez que pensara en dirigentes ya fallecidos como Rubalcaba, Chacón y Benegas. Saltó por los aires para reclamarle que pensara “en todos los socialistas que perecieron en las cunetas y en los que cada mañana teníamos que mirar debajo del coche”.
Con este nivel, casi era de agradecer que hubiera otras opiniones menos hiperbólicas, casi hasta divertidas, como la de Teresa Ribera: “Nos pueden llamar bambis, porque somos ingenuos creyentes de la libertad y la paz. Y nos pueden llamar perros, porque somos fieles y leales defensores de los derechos”. Otra victoria de PerroSanxe, que ha creado la estirpe de los perrosocialistas. No hay que subestimarlos, en especial en las campañas electorales.
Montero, tan excesiva en la calle, puso sobre la mesa el punto de vista que puede ser más efectivo en teoría. Dirigirse a la esposa del presidente para que quede claro que no está sola: “Begoña, compañera, estamos todas contigo. A las mujeres se nos mira siempre con lupa y se nos exige siempre más. Pero no queremos que se nos anule, que se nos arrincone en las casas”. En otras palabras: no abandones a las mujeres tirando la toalla y con ella la de Sánchez.
La intensidad de todas estas opiniones abona la teoría de que la mayoría de los dirigentes del partido se teme lo peor, que en estos momentos Sánchez está más fuera que dentro. No cuentan con ninguna confirmación clara, pero esta es la opinión que han transmitido en privado en los últimos días.
Si por momentos parecía que lo que se estaba viviendo en la calle y en el interior de la sede era un ritual peronista –y no hay que engañarse con eso, lo parecía–, los discursos y hasta las lágrimas confirmaban que no era un paréntesis populista en el que se esconden los cuchillos durante un rato con la intención de sacarlos al día siguiente y volver a las andadas, que sería lo que siempre han hecho los peronistas argentinos.
Realmente, el PSOE necesita a Pedro Sánchez. Su marcha dejaría un agujero que al menos a corto plazo ningún otro dirigente puede llenar. El acto del sábado ha dejado claro que no puede vivir sin Sánchez. Se podría decir que la campaña permanente de la derecha contra él, al que ha pintado como destructor de la democracia, es la que lo ha convertido en imprescindible, a ojos de muchos de sus votantes. Que ese reforzamiento venga del adversario no importa demasiado. Son también tus enemigos los que ayudan a labrarte una reputación en política.