El próximo 19 de mayo, se cumplen 60 años de la «Operación Lazo», acción militar en la que cayó herido de muerte el coronel Rafael Tomas Fernández Domínguez, y una pléyade de valientes soldados del pueblo y militares de la libertad». No fue una acción «suicida» ni una egoísta «tozudez”, por combatir.
Rafael Tomás tenía un plan para tomar el Palacio Nacional desde antes de la insurrección de abril, en prevención de cualquier circunstancia que se presentara en defensa del gobierno del presidente Juan Bosch. De antemano podemos colegir que ese plan estaba exento de improvisación, aunque las condiciones de la guerra y la intervención de fuerzas extranjeras en apoyo de los golpistas del 63; imprimieron condiciones diferentes a su plan original; la acción no perdía su originalidad, la dificultaba, pero el coronel Fernández no era un hombre que se detenía ante las dificultades.
El mayor Luna Cabrera, explicando el «cuidado y la meticulosidad» del coronel Fernández, explica lo siguiente: «… visitaba con regularidad el Palacio Nacional y en cada visita probaba hasta donde podía llegar sin ser detectado por los centinelas que, ubicados en sitios estratégicos (frente a las oficinas de altos jefes militares, por ejemplo), tenían órdenes de no dejar pasar a nadie, aún fuera un oficial superior. Así, fue calculando distancias entre diferentes lugares en el Palacio Nacional y estudiando movimientos en el entorno del presidente.»
Desde que estalló la insurrección su preocupación era entrar al país. Con asombrosa rapidez llegó desde Chile, a Puerto Rico. Una vez en la Isla hermana, se dedicó a esa tarea: entrar a como dé lugar.

La doctora Milagros Ortiz Bosch, en confirmación de esos esfuerzos señala: «El profesor Bosch había restablecido la amistad entre el general Pedro Rafael Rodríguez Echavarría y el coronel Fernández Domínguez. Con motivo de su encuentro en relación con el viaje que hicieron a Caracas…»; refiriéndose a las diligencias que éstos dos militares hicieron en Venezuela, en los días 27 y 28 de abril.
Su preocupación por entrar al país llegaba a la desesperación, por esto escribe a su esposa, Arlette: «…aunque sé que es una muerte segura, me voy, como sea, he agotado todos los recursos imaginables para poder entrar, pero ha sido imposible, imagínate, he pasado días enteros entre montes y cañaverales tratando de entrar en bote, ya que en avioneta no se puede, no se prestan, con razón a entrarme, hasta Venezuela he ido y todo resultó infructuoso.»
Él, venía como como pudiera. Al lograr el presidente Juan Bosch, que los yanquis lo trajeran en un avión; cumplió con la orden del presidente que lo convenció ante su negación de venir en un transporte yanquis. «Si usted tiene que usar las armas del enemigo para combatirlo, se negaría». Y, el coronel que respetaba y seguía al presidente, contestó: «Sí, señor presidente, me iré en el avión de los enemigos…»
Aunque no podían entrar al país, se mantuvo siempre al tanto de la empresa militar, incluso llegó a dirigir desde Puerto Rico planes y acciones. Dejemos que sea la doctora Milagros Ortiz Bosch, la que explique la actuación del coronel Fernández: «el 26 de abril, cerca del mediodía, a la puerta de la casa del profesor Juan Bosch, dijo un joven, yo soy Luis Soto. Era Rafael. Vestía traje marrón oscuro, camisa amarilla y corbata marrón. En sus manos venían los 4 mapas que jamás abandonó y su reliquia inseparable: La clave militar».

«Los mapas eran, si mal no recuerdo, del área marítima del Caribe, de todos los espacios del territorio nacional, con aeropuertos o con capacidad para crearlos. Uno era del área metropolitana de la ciudad (defensas, destacamentos y fortalezas, etc.), Otros con esas mismas características en el área nacional. La clave militar consistía en un sistema o Código de comunicación secreto, construido a partir de cientos de palabras con valores y significación distinta, de la que nunca se separaba».
«Algunas veces recibía llamadas desde Santo Domingo, anotaba números y me pedía que, rápidamente, buscara la significación correspondiente. Después él contestaba escribiendo más series de números. Con los mapas y la clave mantenía informado al profesor Juan Bosch de cuanto se relacionaba con el movimiento».
Todo calculado bajo su dominio y destreza, durante, largos meses de estudio y preparación. Ya en el país, al regresar el 14 de mayo y en vista del inicio, y giro desfavorable de la operación limpieza, decide tomar el Palacio Nacional. Razones de peso político y militar lo llevan a realizar el asalto. La acción contó con el apoyo y participación de todo el mando constitucionalista. El presidente Caamaño, pidió a Montez Arache que fuera. Y aunque este, más de tres décadas después, dijo que no estuvo de acuerdo, participó dirigiendo una de las tres columnas de combatientes.
Los caídos, fueron: El coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, el instructor del Cuerpo de hombres rana, comandante Ilio Capozi, el comandante del 1J4 Juan Miguel Román Fernández y los dirigentes del 1J4, Euclides Morillo, José Jiménez, Ramón Tavárez y el internacionalista haitiano Jean Satour y otro de sus compatriotas, cuyo nombre no se ha registrado. Heridos varios combatientes, entre ellos, los catorcistas: Norge Botello y Amaury Germán.

En ninguna circunstancia, a menos que no sea en interés de reducir la gran estatura militar y moral del coronel Fernández y todos los caídos, se debe argumentar que la Operación Lazo, fue una «tozudez» y mucho menos un «suicidio». De ser así, entonces, toda la lucha popular lo fue. Suicidio sería enfrentar los tanques en el puente, resistir la descomunal embestida de la operación limpieza, rechazar el intento de destrucción de Ciudad Nueva, el 15 y 16 de junio; tratar de extender la guerra en San Francisco de Macorís; así como el enfrentamiento al ataque genocida del Hotel Matum.
Bosch y Fernández engañaron al Departamento de Estado. Se comprometieron a que el coronel volviera a Puerto Rico en el mismo avión; pero todo fue una estratagema para que Fernández entrara al país. Su llegada obedecía a la necesidad de que estuviera en la revolución, no para disputar, o buscar una rendición, sino para reforzar el mando, debido a que era, no solo el organizador militar sino, sobre todo para explicar las propuestas que se estaban manejando para tratar de salir lo más airoso posible de una «revolución embotellada»; por la abusiva y cruel intervención yanquis.
Pero la contundencia de la verdad es expuesta por Fafa Taveras: «Juan Miguel Román se había entrevistado con el coronel Fernández y nos invitó a algunos dirigentes de la izquierda, a reunirnos con él. Acababa de llegar de Puerto Rico con un mensaje de Juan Bosch. Él ve que hay pocos asientos y mucha gente y dice: pero sentémonos todos en el suelo y él fue el primero que lo hizo. Y comenzó a decimos por qué y en qué condiciones había llegado a Santo Domingo, por qué había llegado en un avión estadounidense ya que era la única manera que tenia de venir al país. Lo recuerdo muy bien porque eso impactó sobre todas las interrogantes que teníamos nosotros de cómo había llegado, quién lo mandaba y cuál era la actitud en la que venía, y al sentarse y decirnos eso de entrada, bajó todas las reservas que podíamos tener los que no lo conocíamos, ni sabíamos de su lucha, ni habíamos conocido en detalle la razón de su regreso. Recuerdo que mientras hablaba, alguien en voz baja susurró a mi lado: «Se parece a lo de Sánchez cuando entró por Haití porque no pudo hacerlo por otra parte».
Continúa Fafa, explicando las razones que planteó el coronel Fernández, sobre la importancia de tomar por asalto el Palacio Nacional: «Nos habló de la necesidad de buscarle una solución negociada al conflicto, pero insistiendo en que los conflictos que desembocaban en negociación corren mejor o peor suerte dependiendo de la muestra de autoridad y capacidad de lucha porque dependiendo de ésta tendríamos más peso en las beligerancias de las partes y, por lo tanto, la negociación no podía detener la necesidad de reafirmar negociaciones. El espacio que uno ocupa, dijo el coronel, y la fuerza que uno tiene, son los mejores argumentos en una negociación.»
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