Umbral

La izquierda ha luchado toda la vida por la democracia

De buena a primera, encontramos oposición a la democracia con argumentos inverosímiles, extraídos de una película de ficción. Nunca de una opinión juiciosa, como dicen los colombianos, creativa e inteligente. Un intento para justificar el aislamiento electoral y a un rechazo sistémico sin ton ni son. Pretender un sistema político, imparcial y al servicio de la población, es ignorar su esencia de clase en países pobres, atrasados y dependientes. Lo que tenemos es una «caricatura de democracia», la misma que opera en América Latina y el Caribe, con instituciones sesgadas, incompetentes y contaminadas. Sin embargo, las fuerzas progresistas y de izquierda han obtenido triunfos y derrotas electorales en reiteradas ocasiones.

Por un lado, se encuentra la oposición a participar en el proceso democrático, en específico en el periodo electoral, en las votaciones. Y, por el otro, están los divididos en fracciones que se involucran con intenciones muy diversas. No existe unificación de criterios en torno a ¿qué buscar en la democracia? Hasta ahora, los resultados han sido desastrosos y deprimentes: desde convertirse en comodín de los sectores oligárquicos y burgueses. Y concluir en ridículas presencias en el conteo final de los votos.

Históricamente, entre dictadura y democracia, la izquierda ha preferido la democracia. Su posición la ha sustentado en los diversos programas de gobiernos presentados a la sociedad y a la población. Y en el respaldo militante, con las armas en las manos, a la Constitución de 1963 y al retorno a la presidencia, sin elecciones, del profesor Juan Bosch. En la actualidad se encuentra despistada y sin ideas claras. Desperdiciando la oportunidad para reencontrarse de nuevo, despojándose de posiciones que desnaturalizan su esencia revolucionaria.

Las luchas de los hombres y mujeres de la izquierda han sido por la democracia. No se registra en los anales de la historia que lo hayan hecho para instalar el socialismo y el comunismo. Por lo menos, documentos fidedignos con planteamientos precisos no se han visto. Lo que se puede confirmar es su firme convicción de transitar el tramo democrático dentro del sistema actual. Y fue una acertada posición política e ideológica, solo que no comprendieron ni comprenden la estructura, el funcionamiento y su composición de clases en países enmarcados en las condiciones históricas, económicas y sociales como República Dominicana.

Ha mediado, más o menos, del siglo pasado, las ideas de izquierda tomaron cuerpo y se relacionaron en el seno de un exclusivo sector de la intelectualidad y la clase trabajadora. Una vinculación dinámica que permitió que los principales medios de producción y de estudios de la época recibieran la presencia de sus integrantes. Encabezaron círculos de intelectuales, entidades educativas y fueron dirigentes de importantes sindicatos o uniones de trabajadores. En un periodo histórico de dictadura cruel y sangrienta.

La presencia de las ideas de izquierda se sitúa en la etapa democrática del capitalismo, en su versión dictadura. Su objetivo fue alcanzar la democracia, oponiéndose a la tiranía de Trujillo. Por su trabajo en la clase trabajadora y en la intelectualidad, fueron perseguidos con sañas en todo el territorio nacional. No obstante la agresividad, lograron crear y organizar a los trabajadores en sindicatos fuertes que materializaron importantes manifestaciones para conseguir reivindicaciones sociales y económicas.

Al desaparecer la dictadura de Trujillo, por su ajusticiamiento, el país entró en una etapa de inestabilidad política e institucional en que los bienes estatales pasaron a ser saqueados por el sector oligárquico que se oponía a la tiranía y a sus familiares. Las ideas democráticas y de izquierda se afianzan en la población y los trabajadores, creando una resistencia nacional para enfrentar al grupo social, dominante e insaciable, dispuesto a aplastar con sangre las manifestaciones por la institucionalidad democrática del Estado.

En los periodos de 1960 a 1978, la izquierda pudo desempeñar episodios de glorias y enormes sacrificios por la democracia dominicana. Desde las conquistas de libertades públicas y políticas, garantías de los derechos humanos y la participación de la oposición en los certámenes electorales celebrados. Hasta el abonar con sangre, el camino que se transita en la actualidad. El asesinato cobarde y criminal del doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo y sus compañeros, fue el inicio de una feroz cacería en contra de la cúpula y de militantes del movimiento revolucionario. De tal magnitud de que hoy, los revolucionarios no han podido recuperarse de ese fuego combinado de balas asesinas y de una muy sofisticada lucha ideológica con resultados sorprendentes.

Alcanzar la “nueva democracia” continúa siendo el anhelo sagrado de la izquierda, con el compromiso de profundizar y completar la etapa democrática de un capitalismo atípico. En casi cinco décadas de gobernanza, la corrupción y la impunidad y la entrega de nuestros recursos naturales a potencias extranjeras han sido las prendas indelicadas de los que han cruzado por el poder. La revolución democrática burguesa puede ser conducida por progresistas, democráticos y revolucionarios; con la capacidad de gobernar con principios éticos y patrióticos que, garanticen no desviar el curso histórico de la democracia.

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