Esta semana, la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, enfrentó una embestida que ningún servidor público ni persona decente debería soportar. Una campaña sucia, demencial e infame, alimentada por videos manipulados con inteligencia artificial, la colocó en el centro de una operación de difamación carente de toda verdad y ética.
Faride, con la valentía que caracteriza a quienes asumen su papel con responsabilidad, habló no solo como ministra, sino como hija, madre, esposa, hermana y mujer. Su voz fue un acto de dignidad frente a la vileza de quienes, desde sectores que rehúsan el trabajo bien hecho, intentan socavar su integridad. Son grupos que actúan al margen de la ley y que creen que todo vale para frenar el avance de quienes persiguen el bien común.
Aunque no conozco personalmente a la ministra, sí a su padre y su entorno familiar, y doy fe de que son personas decentes, comprometidas con los mejores intereses del país. Por eso, al defender a Faride, defiendo también a millones de dominicanos y dominicanas de bien, quienes día a día son víctimas de calumnias, falsedades y manipulaciones malintencionadas.
Esta campaña contra Raful no es un caso aislado; es un síntoma preocupante de cómo las nuevas tecnologías, en lugar de ser herramientas de progreso, se convierten en armas para la desinformación y la destrucción de reputaciones. La inteligencia artificial, que debería servir para facilitar la vida, hoy es usada para fabricar mentiras que confunden y dañan, especialmente cuando se emplea para atacar a mujeres valientes que trabajan por un país mejor.

El llamado que hago hoy es a la consciencia colectiva: los hombres y mujeres de bien debemos levantar la voz y decir con orgullo: Yo soy Faride Raful. No por sus cargos ni por su rol público, sino porque es víctima de una campaña falsa, retorcida y malintencionada que nos afecta a todos. Defenderla es defender la verdad, la justicia y la integridad en nuestra sociedad.
No podemos ni debemos cruzarnos de brazos mientras la mentira corroe la confianza pública y amenaza la estabilidad democrática. Exigimos un periodismo serio, instituciones firmes y ciudadanos alerta, capaces de discernir y rechazar la manipulación mediática. La batalla contra la desinformación es un compromiso colectivo que requiere educación, legislación y ética.
En definitiva, la ministra Faride Raful no solo defendió su nombre esta semana; nos recordó a todos que la verdad y la dignidad son los escudos imprescindibles contra la mentira digital que hoy acecha cada rincón de nuestra vida pública. Que su ejemplo inspire a reafirmar la fe en hacer de la República Dominicana un mejor país y en la fuerza imbatible de la verdad.
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