La izquierda no lucha ni trabaja y mucho menos canaliza “amarre” para recibir nombramientos. Pero últimamente hay organizaciones y sus dirigentes que se han especializado en hacer política con el objetivo de conseguir uno de ellos. Permite iniciar una carrera de empleados estatales para estabilizar su condición económica, ascender en la pirámide social y entrar en la pasarela de la corrupción y del funcionario público.
BATEANDO A LA IZQUIERDA
Los expresidentes de la República y líderes políticos dominicanos profesor Juan Bosch y doctor Joaquín Balaguer fueron muy comedidos para permitir que miembros de sus respectivos partidos pasaran a formar partes de gobiernos que no fueran presididos por ellos. Ambos conocieron y manejaban la realidad del país, la forma de pensar y comportarse. Es decir, su idiosincrasia. No actuaron con generosidad ante esos caramelos envenenados que se les ofrecían. Sabían perfectamente el valor político que tienen los nombramientos en países pobres y atrasados.
El profesor Juan Bosch en una ocasión ofreció de manera pública a los técnicos de su partido para ayudar en el sector eléctrico. El doctor Balaguer, funcionario desde la dictadura de Trujillo, ofrecía cargos públicos a figuras destacadas de la oposición para “taparle la boca”, comprometerlo y quemarlo por el resto de sus vidas. Generalmente, lo arrastraba a sus pies con la falsa creencia de que a los presidentes es imposible decirle no.
Ahora, con la ausencia de ellos, nadie recoge sus experiencias en el ejercicio político, que abarcan periodos importantes de la lucha política por el poder. La degeneración del desempeño público y la corrupción en todos los niveles superan los ejercicios gubernamentales del doctor Balaguer y sepultan la honestidad y la lealtad a los principios éticos del profesor Juan Bosch. Lo que vemos es carrera despiadada por alcanzar un nombramiento, no importa la asignación. Sea como resultado de alianzas, acuerdos o el ofrecimiento de un “dulce con tres pasitos”.
En las últimas décadas, los gobiernos presididos por Leonel Fernández Reina, Hipólito Mejía, Danilo Medina y el presidente Luis Abinader han utilizado los nombramientos para premiar a sus compañeros de partido. Es un derecho legítimo ser nombrado por su organización después de coger “pelas» buscando los votos. Lo que mueve a preocupación, en menos de cuatro años, del periodo gubernamental, casi todos muestras una riqueza que ni los más connotados capitalistas y millonarios del país los han acumulado y exhibido con tanta desfachatez. Con el tiempo que tienen en ejercicio, imposible. No resiste una auditoría visual.
En los partidos tradicionales y el recién nacido, encabezado por Leonel Fernández, son los resultados de la corrupción y la impunidad imperantes. Sus líderes, convertidos en presidentes de la república, conocen muy bien las intenciones y los premian para pagar el trabajo electoral realizado. Esa fuente de enriquecimiento acelerado es lo que permite la vigencia de los jefes y de las estructuras que llegan al poder.
Es lo que explica la exhibición descarada de tanta riqueza en tan poco tiempo de los funcionarios y miembros destacados del PRM y aliados privilegiados. Igual aconteció con los gobiernos del PLD de Leonel y Danilo e Hipólito del PRD. La corrupción y sus múltiples modalidades corroen las estructuras partidarias por el vertiginoso ascenso social y económico de sus dirigentes y militantes.
En nuestro país, por su escaso desarrollo ideológico y político, los presidentes de la República ni los partidos políticos cumplen programas de gobiernos, pactos, acuerdos y compromisos. Prefieren echar manos de los nombramientos para de esa manera repartir el pastel estatal. Entre ellos, esa ‘garata con puño’, es común y corriente. En la izquierda es un sacrilegio, afrenta y falta de ética.
La lucha ideológica es espiada y lacerante. Utiliza todas las armas, por inofensivas que parezcan, y los nombramientos son una de ellas. Conocen perfectamente que cuando cambian las condiciones materiales de existencia, afecta suavemente la manera de pensar y actuar de los seres humanos. Y los revolucionarios no son la excepción.
La izquierda no lucha ni trabaja y, mucho menos, canaliza “amarre” para recibir nombramientos. Pero últimamente hay organizaciones y sus dirigentes que se han especializado en hacer política con el objetivo de conseguir uno de ellos. Permite iniciar una carrera de empleados estatales para estabilizar su condición económica, ascender en la pirámide social y entrar en la pasarela de la corrupción y del funcionario público. Un comportamiento extraño e inaceptable. Y pasan a ser vistos, en el litoral, como un “bicho extraño”