Que de cuales cosas escribo mis artículos, me pregunta uno de mis seres queridos. De temas humanos principalmente. No abordo asuntos propios de especialistas, como la medicina, la economía, la arquitectura, y cosas por el estilo. No soy todólogo y debo darle oportunidad a los que saben de materias como esas.
Por ejemplo. Ahora cualquiera se considera médico con derecho a montar una plataforma digital y comenzar a dar recetas, sin respetar la autoridad de los que saben y sin importarle que algún ingenuo pague con su salud el precio de hacerle caso a un profano.
Éramos diez o doce millones de dominicanos que no sabían nada del covid diecinueve y al día siguiente de anunciarse la aparición de esa pandemia, éramos trece o catorce millones de expertos en covid diecinueve. Así, cada quien se cree con derecho a dar lecciones y ofrecer soluciones infalibles de cuanto problema surge en la vida diaria.
Como trato de no seguir esa norma, me gusta escribir de temas humanos. Política, historia, folclor, experiencias de la vida, la lucha y el camino, porque son cosas que me resultan mucho más cercanas.
Y todo eso, como humano al fin, procuro sazonarlo con la alegría y principalmente con el amor. Ese sentimiento misterioso y dulce al calor del cual hasta la pantera pierde ferocidad para volverse tierna. El amor en las más diversas formas, gracias al cual estamos doña Dulce y yo y nuestros descendientes en el mundo. El amor, protagonista por excelencia de las mejores historias; y pienso enseguida en don Quijote, que, inspirado en el amor a Dulcinea, recorre sendas y bosques, sierras y llanuras en afán incesante persiguiéndola.
Mi personaje preferido, por su vocación a la lucha, su voluntad para ser derrotado y volver a la carga, por preferir morir a punta de lanza antes que traicionar sus ideales.
No creo que le importe a mucha gente el saber de cuáles temas escribo. Los pocos que me dispensan el honor de leerme ya lo saben, pero la pregunta cariñosa de este día, me impulsó a responder por este medio y así, cumplo mi compromiso laboral y renuevo mis votos por lo humano, por la vida y el amor.
¿Que hablar de amor del bonito en esta era resulte quijotesco? No importa. Préstame a Rocinante, insigne caballero, para seguir la marcha por la difícil senda de pavimento caliente que he recorrido en la vida.
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