León XIV saluda desde el balcón de la basílica de San Pedro del Vaticano durante su primera aparición pública como sumo pontífice. Dylan Martinez (REUTERS)
Por Thiago Zorrilla Acosta
El nuevo papa estadounidense Robert Prevost eligió tomar el nombre de León XIV, una decisión que revela un claro compromiso con la justicia social y la continuidad del legado del papa Francisco. Esta tradición de adoptar un nuevo nombre comenzó en el siglo XI, cuando los pontífices empezaron a elegir nombres de obispos de la iglesia primitiva para simbolizar continuidad y misión.
Natalia Imperatori-Lee, directora de estudios religiosos en la Universidad de Manhattan, explicó que la elección del nombre León XIV refleja la intención del pontífice de continuar el trabajo social iniciado por León XIII, quien fue papa desde 1878 hasta 1903. León XIII es recordado por su encíclica Rerum Novarum (1891), que abordó los derechos de los trabajadores y estableció una enseñanza económica católica crítica tanto del capitalismo desmedido como del socialismo estatal.
“El nombre es un profundo signo de compromiso con los temas sociales. Este papa está diciendo que la justicia social será una prioridad y que dará continuidad al ministerio del papa Francisco”, destacó Imperatori-Lee.
El nombre también remite al papa León I, famoso por su diplomacia en el año 452 d.C. al disuadir a Atila el Huno de saquear Roma, como recordó el cardenal Maurizio Piacenza en una entrevista con la televisión estatal italiana RAI. Además, León XIII elevó en 1901 el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya a basílica papal, otro dato relevante sobre el legado de este nombre.
Históricamente, durante el primer milenio, los papas usaban sus nombres de nacimiento. La excepción fue Mercurius, quien en el siglo VI cambió su nombre por Juan II debido a sus connotaciones paganas. A partir del siglo XI, con papas mayormente alemanes, la práctica de elegir nombres que representaran continuidad se arraigó.
El reverendo Roberto Regoli, historiador de la Universidad Pontificia Gregoriana, señala que durante siglos, los papas elegían nombres de quienes los habían elevado a cardenal, siendo Juan el más popular, seguido por Benedicto y Gregorio. Sin embargo, desde mediados del siglo XX, la elección del nombre papal comenzó a reflejar más claramente los objetivos y la visión del pontificado.
Con León XIV, el nuevo papa estadounidense reafirma su compromiso con los valores sociales y espirituales, marcando un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia Católica.
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