El 24 de abril no es una fecha cualquiera. Es el símbolo de la resistencia heroica de los constitucionalistas de 1965, hombres y mujeres que arriesgaron y dieron sus vidas enfrentando no solo la oligarquía criolla que dio el golpe contra Juan Bosch, sino también la invasión de 42 mil marines estadounidenses. Aquella fue una guerra patria, una lucha por la democracia, la soberanía y la justicia social. El “Himno a la Revolución Constitucionalista”, compuesto por Aníbal de Peña, es un canto a ese sacrificio y a ese ideal incluyente, que jamás debe ser utilizado para promover odio, exclusión o racismo.
Que una agrupación que se viste con símbolos nazis —símbolos de supremacía racial y genocidio— se apropie del himno y la fecha sagrada de Abril para convocar a un odio irracional contra nuestros hermanos haitianos no es solo una contradicción histórica, es una traición al espíritu de la Revolución Constitucionalista. Estos sectores, que en otras marchas han exhibido gorras de Donald Trump y banderas de Israel, países que han intervenido y oprimido pueblos enteros, demuestran un patriotismo selectivo y de conveniencia, que solo busca perpetuar una visión excluyente y racista de la nación.
La lucha constitucionalista fue contra toda forma de opresión e injerencia extranjera, no contra un pueblo vecino que históricamente ha sido víctima de la marginalización y la violencia. Usar el himno y esa emblemática fecha para alimentar el fantasma de la “haitianización”, un término racista que ignora la profunda interdependencia cultural y económica entre Haití y la República Dominicana, es una manera de borrar la verdadera historia y manipularla en favor del odio.
El pueblo dominicano no puede ni debe permitir que la Antigua Orden Dominicana —una banda paramilitar que se cree heredera de valores que desacredita con sus actitudes— se adueñe de nuestros símbolos patrios y los convierta en herramientas de división y racismo. El verdadero patriotismo se construye con inclusión, justicia y respeto a los derechos humanos, no con miedo ni xenofobia.
Si queremos honrar a los constitucionalistas y a quienes dieron su vida en Abril, debemos recuperar esos símbolos para lo que realmente representan: la lucha por una patria libre, soberana y plural. Defender el “Himno a la Revolución Constitucionalista” y la memoria de la guerra de 1965 implica denunciar a quienes buscan usarlos para propagar el odio y la exclusión.
No se puede ser patriota a medias ni con doble moral. O se es como los constitucionalistas, que lucharon contra toda forma de opresión y ocupación, o se es cómplice del racismo estructural que divide y debilita nuestra nación. Dejemos claro que la República Dominicana es un país para todos, que honra la diversidad y la justicia universal.
El legado de Abril merece respeto, no ser profanado por quienes pretenden usarlo para sus fines oscuros. ¡No permitamos que la Antigua Orden Dominicana se adueñe de nuestra historia y de nuestros símbolos!