Ramón Luna
Cuesta creer que ver a 22 carajos corriendo detrás de una pelota, teniendo cada uno dos, se convertiría en un lucrativo negocio. Del Beisbol y el baloncesto de los Estados Unidos de América ni hablar, hay jonrones que se pagan a 300 y 400 mil dólares. Y así, la mayoría de las actividades deportivas. No es negocio el deporte escolar, el deporte para minusválidos y las actividades recreativas para los envejecientes.
El negocio es un par de costosas medallas olímpicas que nos hagan creer que somos el ombligo del planeta. Saben los que nos gobiernan que la pasión por el deporte, la religión y la patria son elementos fundamentales para mantenernos entretenidos.
Pan y circo, nunca mejor dicho. El problema es que cada vez hay menos pan. Al 1%, que maneja el 80% de la riqueza que produce el planeta les importa un carajo si Juan Soto vale 500 millones. Su trabajo consiste en garantizar que sus futuras generaciones vivan a costa de quienes cobramos a 10 pesos la hora pagando más impuestos que lo que ellos pagan.
Con el cuento de “potencia deportiva” Cuba ha sido espoleada por más de siete décadas. No ha terminado el Beisbol de las Grandes Ligas y ya comenzó la pretemporada de la NBA. A eso súmale los torneos de fútbol, las carreras de Fórmula 1, Los Abiertos de Tenis y mil competiciones más.
Entretenimiento 24/7 Hay entretenimiento, si se le puede llamar entretenimiento a eso, para todos los colores y sabores. Por ejemplo: Alofoke y su Combo Show, Urbanos por un tubo y siete llaves, Ramfis Trujillo y La Burbuja del Cobrador Espaillat, Los Castillos y el Cuento de la Defensa de Nacionalidad Dominicana y otras mil diabluras.
Pero el chute de pinga son los Juegos Olímpico y el Mundial de Fútbol. Escenarios perfectos para blanquear a dictadores y violadores de los derechos humanos. Té lo dan cada cuatro años para que la sobredosis no te vaya a producir un infarto. Una de las escenas más divertidas es ver a un grupo de descamisaos debatiendo fervientemente sobre las fortunas de atletas, artistas y empresarios.
Sería interesante averiguar porque produce tanto placer contar dinero ajeno. En un movimiento inteligente de quienes gobiernan y las grandes fortunas, aumentaron la dosis de circo y contrajeron la de pan. Nunca la humanidad había mostrado tal grado de indiferencia ante amenazas tan graves. Ahí van algunos ejemplos: 1) La posibilidad de que el conflicto de Israel degenere en una confrontación que desestabilice toda la región. La única salvación de Benjamín Netanyahu, un cadáver político, es que gane Trump y le regale los territorios ocupados de Palestina.
Tampoco hay que sorprenderse, para Israel era motivo de júbilo que Saul mataba mil y David diez mil. 2) Que un octogenario desquiciado vuelva a la Casa Blanca y nos brinde la segunda parte de la comedia ” Un payaso en el Despacho Oval” Imaginen, ahora Donald Trump es genetista y asegura que los inmigrantes tienen malos genes, son matones y depredadores de niños. Claro, todos los inmigrantes, menos dos de sus tres esposas, su abuelo alemán y su madre escocesa.
Es que, en los Estados Unidos de América, en la lógica de Trump y sus fieles, sólo son inmigrantes los latinos de mierda, los musulmanes ponen bombas y los africanos sin clase. 3) Que la extrema derecha siga socavando la democracia en la Unión Europea, haciendo retroceder a los oscuros días del fascismo. 4) Que el autócrata Vladimir Putin, dueño de la Finquita Rusa, controle el 25% de la producción mundial de cereales y las estratégicas aguas del Mar Negro. Estos serían importantes recursos de guerra en manos de otro desquiciado. 5) Que el díscolo Elon Musk, buque insignia de la difusión de bulos y teorías conspiranoicas, atente contra la seguridad de todos utilizando sus satélites como si fuera una Nintendo Switch. A los ciudadanos de los Estados Unidos, como a los de la Antigua Roma, le sorprenderá la caída del imperio aplaudiendo como focas. Muchos creyeron, que disponer de un iPhone los convertiría en personas cultas e informadas. ¡Mentira del diablo! Hemos pasado de ser analfabetos funcionales a ser analfabetos arrogantes. Tan arrogantes, que ni siquiera sabemos que no sabemos. ¿Quién imaginó que hacer el ridículo llegaría a ser motivo de orgullo? Por ahi van los tiros.