Por Ramón Luna
Uno de los cuadros más emblemáticos de Francisco de Goya, “Saturno devorando a su hijo”, está expuesto en el Museo del Prado, en Madrid, Reino de España. Visitar los museos de la capital de España es una experiencia sublime.
Esta maravilla del arte es una metáfora perfecta de un fenómeno que se replica en el quehacer político de la República Dominicana con una frecuencia inusual.
En la mitología griega se cuenta que Saturno, dios del tiempo, devoraba a sus hijos por miedo a que lo destronaran. Sin embargo, ningún rey puede evitar el asenso de su sucesor.
Muchos dominicanos nos preguntamos qué le ha sucedido a Don Leonel Antonio Fernández Reyna durante su paso por el poder, para convertirse en un personaje tan prepotente, tan apegado al “ordene y mande”, tan despiadado.
El desprecio grosero hacia sus colaboradores y compañeros de partido, hacia Margarita Cedeño-su expareja-y hacia su hijo Omar Leonel Fernández Domínguez, no son propios de un hombre con la educación y brillantez que le suponemos.
Su narrativa irresponsable y totalmente desconectada de la realidad son una afrenta a los seguidores de su finquita política, al gobierno de turno, a empresas e instituciones que actúan con reponsabilidad y a todo el pueblo dominicano.
El señor Reyna está ocasionando un daño de consecuencias duraderas a la oposición política del país. Una oposición responsable es necesaria para mantener el equilibrio en los estamentos de poder y para seguir construyendo una democracia sólida. Estos estamentos y procesos democráticos impactan en la calidad de vida de la gente.
Cuando miro al pasado y reviso la figura del expresidente estoy convencido de que tenía todas las condiciones para terminar su carrera por todo lo alto, pero algo se malogró en él dando paso a alguien que está perdido en si mismo y es ilegible para los demás.
Sin embargo, hay que reconocerle que se ha rodeado de un grupo de acólitos que le hacen creer, que creen sus leyendas y siguen tratando de exprimir su gastada figura política.
El otrora maestro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo subestimó al campesino nacido en Arroyo Cano, Municipio de Bohechío, Provincia San Juan de la Maguana y ese ha sido su peor error.
Se atribuye a Don José Luis Corripio Estrada, Pepín, haber dicho que: más vale un obrero trabajando que un intelectual en una mesedora. Danilo es una bestia incansable, con la que sólo ha podido el paso de los años.
En sociología de la comunicación el tres veces presidente enseñaba a sus alumnos, que los pueblos sufren el síndrome de la fatiga y que un político después de haber gobernado ocho años debía irse a su casa. Sus catedras hacen más incomprensible su extraño comportamiento.
Los daños colaterales de su desmedida ambición personal han llegado hasta su propia sangre: Omar Fernández.
El Benjamín y promesa fecunda de la política dominicana podría ver malograda su carrera con apenas 33 años. Leonel ha envejecido a Omar, quien en la flor de su juventud ya luce agotado y sin salida.
Una derrota en sus aspiraciones por hacerse con la senaduría del Distrito Nacional ante un candidato opaco, pero con una maquinaria electoral perfectamente engrasada, sería un golpe de bolsón que lo dejaría sin ninguna opción de futura.
Era aconsejable que alguien con la trayectoria del expresidente no terminara como Roberto-Mano de Piedra-Durán o Carlos Villagran, Quico, dando lástima.