Nicolás Maduro y Vladimir Putin — Sofya Sandurskaya / Zuma Press / ContactoPhoto
Por Julio Guzmán Acosta
La invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022 desató una respuesta casi unánime por parte de Europa y Estados Unidos: aislar a Moscú en múltiples frentes —diplomático, económico, energético, informativo, cultural y deportivo— con la esperanza de forzar al Kremlin a retroceder y hacer concesiones. Liderada por el entonces presidente Joe Biden, esta estrategia de desgaste buscaba debilitar a Rusia y limitar su influencia global. Sin embargo, este aislamiento ha mostrado una cara oculta, una consecuencia no prevista que abre una ventana de oportunidades para actores internacionales marginados, como Corea del Norte y Venezuela, y que pone en evidencia las limitaciones de la política occidental.
El aislamiento: una estrategia arriesgada y sus consecuencias no deseadas
Aislar a un Estado pequeño o débil puede ser eficaz, pero aislar a una potencia nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU como Rusia es una decisión con consecuencias estructurales. La apuesta occidental, basada en la hegemonía y el liderazgo global, subestimó la naturaleza multipolar y fragmentada del mundo actual, donde la expulsión de un actor importante del “club de los buenos” no significa necesariamente su desaparición ni su aislamiento efectivo.
Al condenar a Moscú al ostracismo, Europa y Estados Unidos inadvertidamente facilitaron la consolidación de alianzas entre Estados “paria” o marginados, cuya colaboración se fortalece precisamente por compartir la condición de aislamiento y la necesidad de sobrevivir en un entorno hostil.
Corea del Norte: de paria a socio estratégico de Moscú
El caso de Corea del Norte ejemplifica este fenómeno. Ya aislado por Occidente debido a su programa nuclear y supuestamente por sus violaciones de derechos humanos, el régimen de Kim Jong-un encontró en Rusia un aliado imprescindible. Moscú, necesitado de municiones y apoyo técnico para prolongar su esfuerzo bélico en Ucrania, y Pyongyang, en busca de respaldo económico, militar y diplomático, sellaron una alianza pragmática y beneficiosa para ambos.
Hoy, Corea del Norte ha firmado con Rusia un Tratado de Asociación Estratégica que le proporciona protección militar, insumos para su desarrollo y un respaldo diplomático crucial. De hecho, existen evidencias claras de la participación oficial de tropas norcoreanas en la batalla de Kursk y del suministro de municiones a Rusia, lo que refleja un nivel de cooperación sin precedentes desde la caída de la Unión Soviética.
Además, Moscú ha utilizado su poder de veto en el Consejo de Seguridad para bloquear la renovación del mandato del Panel de Expertos que supervisaba las sanciones contra Pyongyang, garantizando así un margen de maniobra diplomático para Corea del Norte. Esta dinámica ilustra cómo el aislamiento occidental puede ser contraproducente, fortaleciendo la posición de actores que, en otro contexto, habrían sido marginales.
Venezuela: estrechando lazos con Moscú en tiempos de presión occidental
Otro caso paradigmático es el de Venezuela, país que ha sufrido presiones políticas y económicas por parte de Europa y Estados Unidos durante años. Lejos de enfrentar un mayor aislamiento, el gobierno de Nicolás Maduro ha aprovechado la coyuntura para profundizar su alianza con Rusia, que se ha convertido en un valedor internacional clave.
En 2024, Caracas y Moscú firmaron un Tratado de Asociación Estratégica de al menos diez años, que abarca cooperación en infraestructura, inversión y energía. El comercio bilateral creció un 64% ese mismo año, consolidando una tendencia iniciada en 2023. La presencia del presidente Maduro en las conmemoraciones del Día de la Victoria en Moscú no fue casual, sino un símbolo de la normalización y consolidación de un bloque político-ideológico que desafía el liderazgo occidental.
Gracias a esta alianza, Venezuela tiene menos incentivos para ceder ante las exigencias occidentales, mientras Rusia gana un aliado estratégico en América Latina, un bastión tradicionalmente influenciado por EE. UU.
Multipolaridad y el declive del aislamiento efectivo
Estos ejemplos evidencian que la estrategia occidental de aislar a Rusia no solo no ha logrado sus objetivos a corto plazo, sino que ha reforzado la cooperación entre Estados marginados, creando nuevas dinámicas geopolíticas y fragilizando la capacidad de Washington y Bruselas para imponer agendas únicas.
La fase multipolar que caracteriza el siglo XXI abre espacios para que actores excluidos por Occidente se vinculen entre sí y consoliden redes de poder alternativas. En este escenario, la política del ostracismo puede resultar no solo ineficaz, sino contraproducente, pues fortalece a aquellos que, al tener “nada que perder”, actúan con mayor audacia y buscan expandir su influencia.
Mientras Europa y Estados Unidos mantienen su apuesta, actores como Corea del Norte y Venezuela aprovechan la oportunidad para posicionarse en el tablero internacional, desafiando el orden establecido y evidenciando las limitaciones del aislamiento unilateral.
Reflexión final
El aislamiento de Rusia ha puesto en evidencia una “cara B” de la guerra en Ucrania: la emergencia de alianzas estratégicas entre Estados marginados que amplían sus capacidades y escapan al control occidental. Esta realidad obliga a repensar la estrategia global y aceptar que, en un mundo multipolar, el aislamiento efectivo de potencias con recursos y aliados no solo es complejo, sino que puede generar consecuencias geopolíticas inesperadas y duraderas.
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