Cada 9 de mayo la humanidad conmemora un día que marcó un antes y un después en la historia: la victoria sobre el fascismo nazi. Este acontecimiento no solo significó el fin de una dictadura genocida y expansionista, sino que sentó las bases para la defensa de la democracia, la soberanía nacional y la libertad de los pueblos frente a las fuerzas oscuras de la opresión y el totalitarismo. Sin embargo, para honrar esta fecha con justicia, es imprescindible reivindicar con rigor quiénes fueron los verdaderos protagonistas de aquella epopeya, y reconocer el papel fundamental que desempeñó el pueblo y el Ejército Rojo de la antigua Unión Soviética (URSS), bajo el liderazgo indiscutible de José Stalin.
La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más devastador y definitorio del siglo XX. Frente al avance implacable del nazismo, que amenazaba con subyugar a Europa y extender su hegemonía totalitaria, el Ejército Rojo asumió la mayor carga bélica, enfrentando y derrotando aproximadamente el 80% de las divisiones alemanas. La resistencia soviética fue crucial para liberar vastos territorios, desde las propias tierras soviéticas, asoladas por la brutal ofensiva alemana, hasta Europa del Este, incluyendo Polonia, Hungría, Checoslovaquia, culminando con la toma de Berlín en mayo de 1945.
El sacrificio del pueblo soviético fue inmenso: más de 27 millones de soviéticos perdieron la vida en la guerra, cifra que subraya el valor y la determinación de un pueblo dispuesto a defender su tierra y la libertad de toda la humanidad. En contraste, aunque los aliados occidentales —Reino Unido y Estados Unidos— jugaron un papel importante en términos políticos, estratégicos y logísticos, su contribución en los campos de batalla principales contra Hitler fue relativamente limitada. Esta realidad histórica, sin embargo, ha sido sistemáticamente minimizada o distorsionada por discursos que buscan borrar el papel decisivo de Stalin y la URSS en la derrota del fascismo.
Negar el liderazgo de Stalin en esta gesta es desconocer una verdad fundamental: en momentos de crisis extremas, la personalidad y su liderazgo efectivo son categorías históricas esenciales. Stalin no solo dirigió con mano firme la defensa y reconstrucción soviética, sino que fue la cabeza estratégica que guió al Partido Comunista, al pueblo y al Ejército Rojo hacia una victoria que cambió el rumbo del mundo. Su rol fue análogo al de otros grandes líderes en la historia.
Además de derrotar al nazismo, el liderazgo de Stalin y la victoria soviética sentaron las bases para un nuevo orden internacional. La URSS emergió como un contrapeso imprescindible a los imperialistas , dando impulso a un potente movimiento de liberación nacional en Asia, África y América Latina. La revolución china, la derrota del colonialismo en Vietnam, y los procesos emancipatorios en el Sur Global tienen sus raíces en ese equilibrio de fuerzas propiciado por la victoria soviética. En esencia, el triunfo sobre el fascismo no solo fue militar, sino también político e ideológico, ampliando las fronteras de la libertad y la autodeterminación.
El 9 de mayo es, por tanto, mucho más que un recuerdo militar. Es un símbolo de la fuerza de los pueblos organizados bajo una dirección firme y comprometida con la justicia social. Es un llamado permanente a combatir la desmemoria histórica, a resistir las manipulaciones interesadas que buscan reescribir la historia para despojar a los pueblos de sus verdaderos héroes y logros.
En este día histórico, reafirmamos que la emancipación de los pueblos solo es posible cuando existen vanguardias comprometidas que guían con claridad y valentía el camino hacia la libertad y la justicia. La derrota del fascismo y la defensa de la democracia mundial se deben recordar con fidelidad y respeto, honrando el sacrificio y la valentía de millones que hicieron posible un futuro más justo para la humanidad.
Este 9 de mayo es, entonces, una lección viva de liderazgo, sacrificio y victoria que debe inspirar a las generaciones presentes y futuras a continuar la lucha por un mundo libre, soberano y democrático.
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