Ágora
Por César Pérez
Con el ascenso al poder del grupo políticamente encabezado por Donald Trump, hace apenas un mes, el mundo parece haberse encaminado hacia un nuevo orden mundial en el que sería hegemónico ese grupo a través de las nuevas alianzas y reglas que, en términos políticos, económico y militar pretende imponer. Es temprano para saber las características esenciales que tendría ese nuevo orden político, tampoco su calado, pero sí podría afirmarse que el mundo difícilmente sea el mismo después que se asiente esta suerte de terremoto político que ha sumido en un profundo desconcierto y humillación a las élites económicas y políticas europeas sino y de todo el mundo. Algo que jamás había ocurrido a lo largo de la historia.
Las élites económicas/militar europeas, protegidas por el escudo de una OTAN capitaneada por los EEUU, jamás se podían imaginar que iban a ser humilladas por su aliado/protector durante casi 80 años, al negarle de manera brutal una silla en la mesa de negociaciones bilaterales entre esa potencia y Rusia. En esa mesa se discute el destino de Ucrania, lo que podría significar el destino de Europa, de ahí que su incertidumbre y desamparo no puede ser mayor. Es posible que varios sectores políticos y económicos europeos fueran conscientes de lo que para ellos y el mundo podía significar el ascenso de la fracción del gran capital que, en términos políticos, se expresa en la figura Trump.
Conocían las estrechas relaciones entre aquel y Putin, además del entramado de fuerzas antieuropeas favorables a sus posiciones y designios. Pero la mezquindad, pusilanimidad y división entre esos sectores les impedían una reacción firme contra a los referidos personajes. No lograron reaccionar adecuadamente ante la inminencia de la catástrofe que le venía encima. No tenían ni tienen respuesta, nadie la tiene, a esta nueva convulsión del sistema capitalista, a esta nueva crisis cíclica en que discurre este sistema. De esas crisis el capitalismo ha podido sobrevivir, recomponiéndose y recuperando su vitalidad, pero quizás a eso ha contribuido la entonces existencia de un tejido social sostenido por utopías forjadoras de esperanzas.
La presente crisis tiene como trasfondo el resurgimiento de las fuerzas anti sistémicas del nazi/fascismo, en cierta media el mismo de la crisis de los 20 y algo más de la mitad de los 30 que, según Hobsbawm significó el hundimiento del “sistema mundial liberal y de la sociedad burguesa”. Pero, en esos mismos años las fuerzas del movimiento de trabajadores y los partidos vinculados a este, de la intelectualidad progresista y de consolidación de la ex URSS estaban en un momento de pleno y sostenido auge. Hoy esas fuerzas
Estamos ante el hundimiento del sistema formal de reglas económicas y de cierta convivencia entre los estados, provocada por una fracción del gran capital que, en un acto de piratería y arbitrariedad propio de los tiempos en que las grandes potencias se apoderaban del petróleo y otros minerales cuando estos eran la principales fuentes para producir riqueza, para terminar la guerra le exige a Ucrania la firma de un contrato de un irrisorio medio millón de dólares, según reporta el periódico Elpais, para que empresas ucranianas y norteamericanas asuman la explotación de las tierras raras de ese país. Con esa exigencia, EEUU no solo obtiene la riqueza de esos recursos, sino que salva a Rusia de su insostenible sangría económica para mantener su guerra. Eso significa un cambio de carácter histórico en el sistema de alianzas entre las grandes potencias capitalistas. Una lección que muchos deberían aprender.
Y es que son viejas y conocidas las alianzas que han forjado estos personajes juntamente con los grupos extremistas belgas, italianos (que están en poder), griegos, españoles, la Le Pen que de Francia tiene el mayor partido; los neonazis alemanes donde todavía se siente el ruido provocado por Elon Musk que plena campaña electoral de ese país les manifiesta su apoyo. Esas y otras colectividades constituyen la internacional ultraderechista, cuyos puntos de referencia son Trump y Putin. La alianza entre ellos y la debilidad de Europa posibilitan la reunión para terminar la guerra en el corazón de Europa, al margen de esta y de Ucrania, la otra parte y de una China momentáneamente descolocada…y nerviosa.
Los daños de esa alianza son ostensibles, pero difícilmente esta podrá construir un nuevo orden capitalista mundial de largo aliento, capitaneada por un gobernante que desconoce la división de poderes del Estado, y por un empresario que reclama y arbitrariamente tenga acceso y control para el beneficio de sus empresas de las informaciones de todas las instancias de ese país, es de incierta consolidación. Encontrará de frente a importantes sectores políticos con posiciones progresistas dentro y fuera de ese país y aunque debilitadla, Europa sigue siendo una potencia económica y en términos de servicios públicos básicos superior a EEUU. De igual modo, por sus niveles de desigualdad e iniquidad social, el sistema que en última instancia provocó esta crisis era insostenible. Esta, en este momento, es la única certeza.