La marcha de los indignados
A las 13:32 horas, cuando el reloj del Vittoriano marcaba la hora, la multitud —estimada en 120,000 personas por los organizadores— inició su avance hacia los Foros Imperiales. Entre la muchedumbre, carteles artesanales con consignas como «800 mil millones para hospitales, no para misiles» o «La paz no se fabrica con acero» se mezclaban con banderas del Partido Democrático (PD), Refundación Comunista y los Verdes.
Giuseppe Conte, líder del M5S y ex primer ministro, caminaba entre la gente como un ciudadano más. «Esta plaza es de todos», declaró a este diario mientras ajustaba su característica bufanda tricolor. «Europa quiere convertirse en un gigante militar cuando debería ser un faro de diplomacia». Su discurso resonó especialmente entre los jóvenes, quienes coreaban «Libbi, non carri armati!» (Libros, no tanques).
Las grietas de la oposición
La protesta, sin embargo, dejó al descubierto las fracturas en el arco opositor:
– Elly Schlein, presidenta del PD, brilló por su ausencia pese a la asistencia de otros destacados demócratas.
– Los partidos Acción e Italia Viva rechazaron sumarse, criticando el «pacifismo extremo» de Conte.
– En contraste, Alessandra Todde, gobernadora de Cerdeña y figura clave del M5S, recibió ovaciones al denunciar: «Nos quieren vender seguridad comprando muerte».
Entre los manifestantes, destacaba la presencia de Ruggero, un excombatiente de 94 años, que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial: «En mi juventud ya vi cómo terminan estas locuras. Los tanques no alimentan a los niños», afirmó con voz temblorosa mientras mostraba su carnet de la Asociación Nacional de Partisanos.
El dilema europeo
El manifiesto leído ante el Coliseo —escenario simbólico de imperios caídos— fue contundente:
– Rechazo al aumento del gasto militar hasta el 2% del PIB italiano.
– Exigencia de inversión en salud pública, donde faltan 12,000 médicos.
– Advertencia sobre el «invierno económico» que amenaza a 2.5 millones de familias.
Mientras la columna avanzaba por Via dei Fori Imperiali, un grupo de estudiantes desplegó una pancarta con el lema «La guerra empieza donde falla la democracia». Era Carla, una universitaria de 22 años, quien explicaba: «Nos endeudan para comprar F-35 cuando en mi facultad hay goteras».
La respuesta del gobierno
Desde Bruselas, la premier Giorgia Meloni defendió el rearme como «necesidad geopolítica». Mientras, analistas consultados por este diario advierten:
– El 65% de italianos rechaza aumentar el presupuesto militar (sondeo SWG).
– El M5S podría capitalizar este malestar ante las elecciones europeas.
Al caer la tarde, cuando las últimas banderas abandonaban el Foro Romano, un detalle llamaba la atención: sobre las ruinas del templo de Cástor y Pólux, alguien había colgado un cartel que resumía el espíritu de la jornada: «Los imperios que invierten en armas terminan como nosotros: en vitrinas de museo».
Con la sombra de la guerra en Ucrania como telón fondo, Italia ha demostrado hoy que su tradición pacifista sigue viva. El desafío ahora es convertir esta marea humana en un proyecto político viable.