Por Julio Guzmán Acosta
Colombo, Sri Lanka – La mañana del 15 de noviembre se convirtió en un hito histórico para Sri Lanka y para la izquierda mundial. Anura Kumara Dissanayake, líder del Partido del Frente de Liberación Popular (JVP), se erigió como el primer presidente de izquierdas en la historia del país, logrando una victoria aplastante en las elecciones legislativas. Con más del 62% de los votos y al menos 123 de los 225 escaños en el nuevo Parlamento, el triunfo del JVP no solo representa un cambio de rumbo para Sri Lanka, sino que también se alza como un símbolo de resistencia ante el avance de la derecha fascista que ha ido ganando terreno en diversas partes del mundo.
El ambiente en Colombo era electrizante. La capital, que había sido testigo de una creciente polarización política y social, se llenó de esperanza y euforia entre los seguidores del JVP. Mientras los votos se contaban, Dissanayake, con una confianza y seguridad, afirmaba que esta elección marcaría un “punto de inflexión” para el país. Y así fue: la coalición del PNP encabezada por el partido presidencial, el Frente de Liberación Popular (JVP), que apenas ocupaba tres escaños en la asamblea legislativa saliente, se posicionó como el claro vencedor, dominando 21 de los 22 distritos del país.
Los analistas políticos, que habían anticipado esta victoria, no escatimaron en elogios. “La oposición está muerta”, sentenció Kusal Perera, un analista local, reflejando la descomposición de un sistema político que había fallado en conectar con las necesidades del pueblo. La victoria del JVP no solo es un triunfo electoral; es un grito de la ciudadanía que anhela un cambio radical en un contexto donde las ideologías de la derecha han comenzado a permear en muchas naciones, alimentando el miedo y la división.
El ascenso de Dissanayake y su partido se produce en un momento en que el mundo observa con preocupación el resurgimiento de movimientos de extrema derecha que, en muchos casos, han encontrado eco en las frustraciones de las clases trabajadoras. En este sentido, el triunfo del JVP en Sri Lanka se presenta como un faro de esperanza para aquellos que creen en la justicia social, la equidad y la lucha contra la opresión. La victoria de la izquierda en una nación que ha enfrentado desafíos económicos y sociales profundos es un claro indicio de que, a pesar de las adversidades, es posible construir un futuro diferente.
Con más de 5,68 millones de votos a su favor, Dissanayake no solo ha ganado una elección; ha ganado la confianza de un pueblo que busca alternativas a un sistema que ha perpetuado la desigualdad. Su liderazgo promete un cambio en la forma de hacer política, donde se prioricen las necesidades de los más vulnerables y desafiando las narrativas que han dominado el discurso político en los últimos años.
Mientras el JVP se prepara para asumir el gobierno, el mundo observa con atención. La victoria de la izquierda en Sri Lanka podría ser el inicio de una nueva era, no solo para el país, sino también para un movimiento global que busca contrarrestar el avance de la derecha. En un momento en que la historia parece inclinarse hacia el autoritarismo y la intolerancia, el triunfo de Dissanayake representa un estímulo para los que luchan en cualquier parte del mundo, por una sociedad justa. Sri Lanka ha hablado, y su mensaje es claro: el cambio es posible, incluso en tiempos de oscuridad.