CARLOS LARA
Con la designación por parte del presidente de la República Luis Abinader en el año 2022 del Lic. Ángel Hernández mediante el Decreto número 414-22 como nuevo Ministro de Educación, toda la sociedad dominicana imaginó y albergaba la esperanza de un cambio en esa institución, se pensó que había llegado un hombre conocedor de las complejidades que envuelven a uno de los ministerios más importantes del país.
Ángel Enrique Hernández Castillo, estudió una Licenciatura en Ciencias de la Educación, en La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), entre otros estudios superiores, ha visto lamentablemente ahogar su gestión entre la terquedad y el tiempo, este ha hecho común en su accionar los insultos y descalificaciones como método para dirimir diferencias normales entre los actores del sistema educativo dominicano.
Es insólito que este funcionario público, el cual está dado a rendir cuenta de sus acciones solo se haya dedicado durante su gestión a echar boche a aquellos que tengan la osadía de interpelarlo.
En fin, es evidente que al ministro Ángel Hernández le falta el respeto a todos con su forma incómoda, terca y difícil, le falta el respeto a la prensa, a los maestros, a la ADP, a los padres y madres del país, quienes esperaban un incumbente cercano, conciliador y respetuoso.
Ya todos estamos acostumbrados a escuchar exabruptos del Ministro de Educación tales como: “Abinader no va a perder la reelección porque los maestros se paralicen”, “la evaluación va, aunque los maestros no quieran”, “no vamos a premiar a docentes deficientes con un 17%”, situación que está provocando un abismo entre el Ministerio y el principal gremio que agrupa a los maestros como la Asociación Dominicana de Profesores (ADP).
En días pasados el ministro de educación afirmó en un medio de circulación nacional que las relaciones con la ADP han sido las más difíciles de su gestión y creemos que es así, su gestión, por ejemplo, cometió el error de llevar a la ADP y a diferentes Seccionales a los tribunales por el simple hecho de que estos se manifestaban de forma pacífica reclamando la dignificación del trabajo docente.
El señor Ángel Hernández olvidó por completo que el derecho a la protesta es una facultad constitucional que no puede ser violada por la arbitrariedad de ningún funcionario público. A esto debemos agregarle la denuncia de los dirigentes de la ADP, quienes acusan a Ángel Hernández de violar sistemáticamente los acuerdos a que ambas instituciones han arribado, al parecer el ministro de educación olvidó sus funciones como ministro y estamos seguro de que una de ellas es buscar la armonía, el diálogo y consenso con los actores que convergen alrededor del sistema educativo dominicano.
Esa manera prepotente, deliberante y terca de dirigir el Ministerio de Educación ha provocado desasosiego, incertidumbre al sector educativo y la sociedad en su conjunto, pero más grave aún con su accionar Ángel Hernández ha defraudado la confianza depositada por el presidente de la República Luis Abinader, que en su momento lo vio como una salida viable para encaminar al Ministerio de Educación y adecuado al lema principal del Partido Revolucionario Moderno “El cambio”.
Estamos seguros de que el difícil ministro tenía instrucciones claras por el primer mandatario de relanzar y cambiar la triste realidad de una institución que no ha podido impactar y mejorar la calidad de la educación a pesar de disponer de un 4% del Producto Interno Bruto (PIB), una conquista del pueblo dominicano representado en las organizaciones sociales, gremiales del país.
No podemos terminar esta reflexión sin invitar al flamante ministro a deponer esa actitud terca y dedicarse a trabajar por la mejora del sistema educativo, su humanización y la dignificación de la labor docente, así como también para que los niños, niñas y adolescentes puedan asistir día a día, a los centros educativos en condiciones óptimas, siendo este el camino para lograr los resultados de aprendizaje esperados en la República Dominicana.