En la visita de Miguel Díaz-Canel a las zonas afectadas no hubo lanzamiento de barro ni gritos de «asesino»
Por Thiago Zorrilla Acosta
La Habana, Cuba – En un contexto donde las imágenes de líderes políticos enfrentando la adversidad pueden ser tan reveladoras como las decisiones que toman, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, se presentó en las zonas devastadas por el reciente huracán y el sismo que sacudieron la región. A diferencia de lo ocurrido en España, donde el rey y el presidente Pedro Sánchez se vieron envueltos en un escándalo de rechazo público, en Cuba, el mandatario fue recibido con una mezcla de preocupación y esperanza, sin incidentes que empañaran su visita.
El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando Díaz-Canel llegó a las comunidades afectadas. Con un equipo de trabajo a su lado, el presidente se adentró en los barrios donde el viento y la lluvia habían dejado su huella. Las calles, aún llenas de escombros y barro, eran testigos de la lucha diaria de los cubanos por reconstruir lo que el clima había destruido. A diferencia de otros líderes que han enfrentado la desaprobación de sus ciudadanos, Díaz-Canel caminó entre la gente, escuchando sus historias y preocupaciones, sin necesidad de un parapeto de seguridad o un despliegue de protección.
Los residentes, que habían perdido hogares y pertenencias, se acercaron al presidente con una mezcla de desconfianza y esperanza. “No estamos aquí para que nos prometan, sino para que nos escuchen”, decía una mujer mientras señalaba los daños en su vivienda. Díaz-Canel, con una actitud abierta y receptiva, se detuvo a dialogar con cada uno de ellos, tomando notas y prometiendo que las necesidades de la comunidad serían atendidas.
La escena contrastaba fuertemente con la reciente visita del rey Felipe de Borbón y Grecia,(Felipe VI) y el presidente español a las zonas afectadas por las inundaciones en España, donde la recepción fue hostil y la imagen de los líderes se vio empañada por la ira de los ciudadanos. En Cuba, la situación era diferente. Aunque la crisis económica y los problemas estructurales son evidentes, la resiliencia del pueblo cubano se hizo palpable en cada conversación. La gente, a pesar de su sufrimiento, se mostraba dispuesta a colaborar y a reconstruir, y el presidente, al parecer, entendía la importancia de estar presente en esos momentos críticos.
“Estamos aquí para trabajar juntos”, afirmó Díaz-Canel en un momento de su recorrido. “La reconstrucción no es solo una tarea del gobierno, es un esfuerzo colectivo”. Estas palabras impactaron entre los presentes, quienes, a pesar de las adversidades, se sentían parte de un proceso más grande. La conexión entre el líder y su pueblo parecía genuina, un reflejo de la historia compartida de lucha y resistencia que caracteriza a Cuba después del triunfo revolucionario en 1959.
A medida que avanzaba la jornada, el presidente se comprometió a movilizar recursos y apoyo para las comunidades afectadas, prometiendo que la recuperación sería una prioridad. Mientras tanto, los cubanos, con su espíritu indomable, comenzaron a limpiar sus calles, a levantar sus casas y a reconstruir sus vidas, sabiendo que, aunque la tormenta había pasado, la verdadera batalla apenas comenzaba.
La visita de Díaz-Canel no solo fue un acto simbólico; fue un recordatorio de que, en tiempos de crisis, la presencia de un líder puede ser un bálsamo para un pueblo herido. En un mundo donde la política a menudo se ve empañada por el descontento y la desconfianza, Cuba mostró que, a pesar de las dificultades, la esperanza y la solidaridad pueden prevalecer.