PATRICIA ARACHE
El sistema político democrático se alimenta de la participación ciudadana y mientras más estructuras de representación existan, mayor calidad pueden arrojar las acciones a favor de toda la sociedad.
La participación activa de los ciudadanos no solo legitima las decisiones políticas, sino que también asegura que las políticas públicas reflejen las necesidades y deseos de la sociedad en su conjunto. Además, cuando existen múltiples estructuras de representación, se pueden abordar mejor las diversas perspectivas y necesidades de diferentes grupos dentro de la sociedad, lo que puede llevar a decisiones más inclusivas y equitativas.
Una democracia robusta se fortalece con la participación activa y diversa de sus ciudadanos, y las estructuras de representación juegan un papel crucial en canalizar esa participación de manera efectiva.
Los tratados, prácticas y teorías universales de democracia, se sustentan en la participación, pero la misma debe ser honesta, transparente, comprometida y con una importante carga de decisión.
Esas son, justamente, características de las que adolece la representación de la población en las estructuras de los poderes político, social y económico, en República Dominicana.
El Congreso Nacional es la institución legislativa, integrada por el Senado, con un representante por cada provincia y el Distrito Nacional, para un total de 32; y la Cámara de Diputados, con 178 integrantes, elegidos a partir de la categoría geográfica de municipios, a razón de uno por cada 50 mil personas, en elecciones realizadas cada cuatro años.
Otras categorías de elección han venido surgiendo con el paso de los años con la intención originaria y hasta elogiable de que haya una adecuada y legítima representación de las mayorías y de los distintos sectores que convergen en la sociedad interna o externamente.
La Constitución del año 2010 estableció la figura del Diputado Nacional, de los cuales existen cinco, escogidos mediante el sistema de representación proporcional, en el que se suman todos los votos obtenidos a nivel nacional para establecer a qué partidos correspondería el escaño, que son los que obtienen por lo menos el 1% de los sufragios, pero no alcanzan ninguna de las plazas legislativas geográficas.
Este sistema busca asegurar que los partidos con apoyo significativo, aunque disperso en el país, también tengan representación en la Cámara de Diputados.
También, la figura del diputado de ultramar, de los que hay 7, que representan a la comunidad dominicana en el extranjero, divididos en tres circunscripciones, de las cuales la número 1, pertenece a Estados Unidos y Canadá; la dos, a América Latina y el Caribe; y la tres, a Europa.
Estas dos últimas categorías. elevan a 190 el número de diputados que sesionan en el Congreso Nacional.
Igualmente, están los diputados del Parlamento Centroamericano (Parlacen), en el que República Dominicana cuenta con 20 representantes, que son asignados por los partidos políticos en una lista cerrada que se entrega a la Junta Central Electoral (JCE) que divide las curules de forma proporcional en base a los partidos y los resultados obtenidos.
República Dominicana es miembro de pleno derecho del Parlacen desde el 1 de noviembre de 2007, aunque había sido observador desde 1997.
Como se ve, el país cuenta con importantes escenarios de participación con personas elegidas en forma directa e indirecta, lo cual es importante, pero sería relevante si quienes los ocupan fuesen realmente la voz, la acción, el compromiso de lo que espera la población que los elige y la sociedad en sentido general.
Ahora que se discute una propuesta constitucional que incluye la intención de reducir la cantidad de diputados en el país, mi opinión sigue siendo la misma: los espacios no se ceden, se aprovechan, se mejoran y se enaltecen. Es el desafío que deben tener quienes a partir de este cuatrienio los han asumido los puestos.
¡Es tiempo ya de que los legisladores de todos los niveles se reivindiquen y dignifiquen el ejercicio congresual con responsabilidad y con calidad! Los partidos políticos tienen una importante cuota en la responsabilidad de que la representación democrática deje de ser una simple pantomima.