RAMON LUNA
El más importante de los dominicanos, laboralmente hablando, hizo un alto en el camino para no perder un sólo detalle de la hazaña deportiva de Marileidy Paulino.
Con aplausos discretos, después de una expectación estresante, exclamó: nuevo record olímpico.
El presidente Luís Rodolfo Abinader Corona, como tenía que ser, rindió pleitesía a la dominicana que petrificó las gradas del Estadio Olímpico de París.
Marileidy no sólo robó unos preciados minutos a la ocupadísima agenda del primer mandatario; faltó poco para que el presidente atravesara la pantalla de su dispositivo y apareciera en las gradas del Stade de France/Estadio de Francia, en París.
Marileidy unió, en un hecho transversal, a todos los dominicanos. La diosa de los 400 metros, la carrera más difícil del certamen olímpico provocó un toque de queda en toda la geografía nacional. En el extranjero no hubo compromiso laboral o franja horaria que impidiera a un sólo dominicana disfrutar semejante banquete.
La Tormenta de Don Gregorio registró su nombre en el Olimpo del Deporte Dominicano, en las Sagradas Tablas de los Records Olímpicos y en el corazón de un pueblo que ha forjado su identidad a golpes de heroísmos.
A diferencia de las gestas de Don Félix Sánchez Bas, merecedor de todo lo que el pueblo dominicano le ha tributado, las de Marileidy son netamente dominicanas. Los logros de la Gacela de Nizao llevan impresos los sueños que se forjan en los callejones de nuestros barrios marginales, superan con creces las precariedades de nuestra errática política deportiva y se imponen a la incertidumbre de, ¿” qué vamos a comer después de los entrenamientos?”.
Sin embargo, en la historia de la República Dominicana hay muchos acontecimientos como éste.
Marileidy encarna a los diez dominicanos que creyeron posible, el 16 de julio de 1838, lograr la independencia del país enfrentando a uno de los ejércitos más poderosos del siglo XIX.
En la señora Paulino se resume el espíritu de ese puñado de hombres, quienes atravesaron la frontera dominico-haitiana y enarbolaron la bandera tricolor en el Cerro de Capotillo, el 16 de agosto de 1863. De esta épica, en la que aplastamos al Imperio Español, nació la Segunda República.
La Fiera de las Pistas Olímpicas nos hace rememorar a Los Gavilleros que se refugiaron en los cañaverales del Este. Ese grupo de patriotas que desafió a los invasores que mancillaron nuestro suelo durante ocho jodidos años, 1916/1924.
En el retoño de Dña Anatalia Paulino, madre de la jefa del atletismo dominicano, se conjuga el espíritu de los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
El Buque Insignia del Olimpismo Dominicano, como quienes acabaron con 31 años de dictadura, logró lo que parecía imposible: batir a un puñado de atletas de países que disponen de todos los recursos del mundo. Países donde los deportistas van sobrados de utilerías, patrocinios e instalaciones del más alto nivel.
Antes que Marileidy, un desconocido campeón de la patria desafió con sus puños el fusil de un marine de los Estados Unidos de América en la gesta gloriosa de 1965.
Abrirse paso en un país rico, donde sigue siendo un reto reducir la desigualdad, no es tarea fácil. Sin embargo, lo que vimos en la pista de atletismo de París nos empuja a intentarlo día sí y día también.
Nuestros atletas de alta competición, encabezados por Marileidy, deben ser el rostro de las principales marcas del país y deben figurar en las portadas de los cuadernos y libros de textos del Ministerio de Educación. También deben aparecer en dichas portadas médicos, artistas, hombres de negocios, científicos y un sinnúmero de dominicanos y dominicanas que nos representan en el extranjero con dignidad y respeto.
Ellos son la mejor herramienta para promover el turismo de la República Dominicana y deben recorrer, con dietas bien pagadas, toda la geografía nacional visitando centros deportivos, escuelas y colegios.
Agradecemos los esfuerzos del gobierno dominicano, para que la precariedad no siga siendo el preámbulo del medallero olímpico de la nación.
¡Larga vida a la diosa de ébano!
¡Larga vida a la diosa de oro!
¡Larga vida a la diosa olímpica!
Larga vida a una mujer humilde, parida por las entrañas de Don Gregorio, Nizao, Provincia Peravia.
¡Grande la patria! ¡Inmenso el pueblo dominicano!