FELIPE CIPRIAN
Durante el mes de campaña electoral en Venezuela, la oposición contó con un Estado Mayor extranjero que desde casi todas partes bombardeó al mundo sembrando la idea de que “Maduro” estaba derrotado y el 28 de julio se acababa el chavismo.
Fue una campaña bestial, costosísima, que empleó todas las plataformas de difusión masiva para crear una burbuja de derrota electoral para Maduro.
Clavaron como reflejo condicionado de que la única forma de Maduro quedarse en el poder era mediante un fraude.
La oposición sacó de un baúl oxidado a un viejo servidor de los intereses norteamericanos en Centro y Sur América para colocarlo como candidato presidencial, dado que la señora Corina está impedida de ejercer función pública por decisión de la justicia.
El señor Edmundo fue a una campaña en la que era llevado en andas y aun así cuando intentaba hablar a sus seguidores, se goteaba por los lados.
Ser candidato-monigote de los intereses foráneos fue un insulto a la inteligencia de los venezolanos y un atropello a los nietos y bisnietos de Edmundo por asignarle una tarea a este anciano que no estaba en capacidad de sacar adelante.
Quien vio las más grandes cadenas televisivas de Estados Unidos, Europa, y los grupos oligárquicos con medios en América Latina, tiene que haber llegado a la conclusión de que las elecciones de Venezuela representaban un asalto estratégico político mundial.
Las reservas petroleras
Teniendo las reservas de combustibles y otros minerales más grandes del mundo a una distancia de 3,300 kilómetros de Washington, el complejo militar-industrial de Estados Unidos ha estado dispuesto a desalojar al chavismo del poder desde el año 2002 cuando perpetró el primer golpe de Estado y el secuestro del presidente Hugo Chávez, que fue deshecho en horas por las grandes masas del pueblo y reinstalado el gobernante en el poder.
De ahí en adelante, lo que siguió fue una amalgama de combinada de acciones políticas, sociales, económicas y militares para acabar con las instituciones de Venezuela y robarse su riqueza material.
Así vinieron los intentos de despojar al Estado de Pedevesa, luego los sabotajes a todo el aparato productivo, la energía, todo combinado con ataques terroristas, intentos de magnicidio, hostigamiento militar por aire, mar y tierra de tropas del Comando Sur de Estados Unidos.
Eso no bastó, en los años de gobierno de Maduro, Estados Unidos y la Unión Europea sometieron al pueblo venezolano a las más crueles sanciones financieras, comerciales y diplomáticas, buscando expresamente crear una situación de desabastecimiento, parálisis de la producción y el empleo, crisis en los servicios sanitarios, con la intención de provocar el colapso del gobierno.
El resultado fue sumir al pueblo venezolano en una crisis económica y social muy cruel para crear el caldo de cultivo necesario para un levantamiento popular, desestabilizar al gobierno para que los norteamericanos y europeos saltar sobre Venezuela para volver a saquearla.
En esas condiciones, millones de venezolanos salieron de su país y se refugiaron en Colombia, Ecuador, Perú, Chile, México, Estados Unidos, España, República Dominicana, Panamá y otros destinos.
Naturalmente, las políticas y acciones que provocaron el éxodo masivo fueron sin duda las acciones desestabilizadoras desde el extranjero, pero la burbuja mediática supo presentarlas como el resultado de la incompetencia de Maduro, el chavismo, el socialismo y toda la jerga simplista y selectiva.
Quienes golpearon a Venezuela con todo tipo de agresiones y amenazas, luego culparon a sus víctimas (Maduro) de provocar la crisis por incompetencia.
El pico de Trump
Esta agenda injerencista tomó un auge inusitado con la llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos, en enero de 2017, quien fijó la meta de tumbar al gobierno de Maduro y destruir el chavismo para apropiarse del petróleo.
Con ese propósito afinó planes de agresión militar que sus generales desestimaron por locos. La Venezuela del nuevo milenio no es el Panamá ni Granada de 1983 que Estados Unidos invadió y sometió con poca resistencia.
Chávez picó adelante con tiempo y modernizó las Fuerzas Armadas, las equipó, adiestró y alineó con su proyecto político, convirtiéndolas en un hueso duro de roer, a lo que se agrega la asistencia rusa, china e iraní para su armamento y apoyo político.
Ante la evidencia de que atacar militarmente a Venezuela era una locura, la política de Trump se alineó con la doctrina del golpe constitucional. Aprovecharon la mayoría opositora en la Asamblea Nacional, eligieron a Juan Guidó su presidente y este desconoció la autoridad de Maduro y se autoproclamó “presidente legítimo de Venezuela”, lo que fue reconocido en forma simultánea por Estados Unidos, los gobiernos europeos y un grupo de peleles latinoamericanos, incluido el dominicano encabezado por Danilo Medina.
Ironías de la vida: Guaidó aceptaba la resolución de la autoridad electoral que lo declaraba diputado, pero desaprobaba –en las mismas elecciones- el triunfo de Maduro.
Con Trump en un tono muy agresivo detrás del petróleo de Venezuela y Guaidó como el idiota “presidente” que no controlaba ni un pincel escolar en el territorio, los venezolanos tuvieron que soportar una nueva oleada de golpes terroristas, intento de matar a Maduro con una serie de atentados, incluida una invasión mercenaria procedente de la Colombia de Duque y Uribe, que fue desarticulada al poner un pie en tierra. El chavismo fue derrotando una por una esas agresiones en su territorio pero poco pudo hacer contra las sanciones, secuestro y robo de bienes como los de CITGO en Estados Unidos, ocupación de su embajada en Washington, retención de dinero de reserva en Londres, robo de un avión en Argentina, impedimento de importar insumos y medicinas para combatir el Covid-19, entre otras. Bajo la presión de esa guerra compleja por parte de imperios tan poderosos y su cohorte de gobiernos serviles latinoamericanos, Venezuela apenas pudo sobrevivir, registrando una inflación galopante y un comercio disminuido por las sanciones.
La cosa cambió
En febrero de 2022 Rusia lanzó una operación militar especial en Ucrania para desarmar a los nazis y frenar la expansión de la OTAN hacia sus fronteras.
La respuesta de Estados Unidos fue impedir a Europa que comprara bienes rusos –incluidos los combustibles- e imponer sanciones comerciales y diplomáticas a Rusia, para junto con el mayor paquete de asistencia militar a Ucrania, provocar una derrota económica y militar al gigante euroasiático.
Conocedores los gobernantes estadounidenses de que esa guerra y esas sanciones presionarían los precios del petróleo en el mundo a niveles insoportables, autorizaron a empresas extranjeras volver a Venezuela y exportar carburantes.
A la par negociaron un intercambio de prisioneros y retomaron las negociaciones para restablecer las relaciones. En 2023 Estados Unidos dejó de “reconocer” al “presidente Guaidó” y abrió investigaciones por corrupción en el uso de los fondos venezolanos que el gobierno norteamericano le entregó. Guaidó terminó como comenzó: por un plumazo de Estados Unidos.
¡Y obró el milagro!
Tan pronto como se suavizaron algunas sanciones y los venezolanos lograron recuperar parte de su industria petrolera y la infraestructura energética, arrancó la producción y el comercio, el fomento del empleo, se llenaron los supermercados, las tiendas, y parte de los que estaban en el extranjero comenzaron a regresar, incluso desde Estados Unidos.
Las calles de Santo Domingo estaban llenas de venezolanos como vendedores ambulantes y otros dando servicios profesionales a empresas, academias y oficinas. Gran cantidad de ellos regresaron a su país ante la mejoría de su economía, certificada por organismos internacionales como de gran crecimiento en los últimos dos años.
¡Qué feas se ven las personas que se creen demócratas, y el gobierno dominicano, entrometiéndose en los asuntos internos de Venezuela sin nunca antes haber denunciado estos 22 años de agresiones, sabotajes, terrorismo y robo de un país soberano!